Artículo de Marc Lamuà

Núñez Feijóo, ni moderación ni templanza

Todo apunta a que el nuevo PP ejercerá una oposición insidiosa y falaz y estará más dispuesto a crear incendios políticos que a encarnar la derecha responsable que le exigen sus homólogos en Europa

Casi 42.000 afiliados del PP votan este lunes la candidatura única de Feijóo

Casi 42.000 afiliados del PP votan este lunes la candidatura única de Feijóo / Álvaro Cabrera / Efe

Marc Lamuà

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En estas semanas duras para Europa y para nuestro mundo como consecuencia de la brutal invasión de Ucrania por parte de Rusia y la retransmisión de la barbarie bélica -idealizada sin pudor en tribunas nacionalistas y escaños ocupados vergonzosamente- todo puede volverse espectral.

Todo puede parecer anecdótico y trivial ante la sangre inocente derramada y las vidas truncadas. Centrarse en otros quehaceres o sumirse en la rutina cotidiana puede parecer un pretexto para escapar del mundo patas arriba que nos rodea.

Pero es en estas circunstancias, en este preciso momento, cuando debemos mantener abiertos la vista y los oídos ante todo lo que puede transitar fuera del alcance del radar de nuestra percepción embotada por Putin. Precisamente porque bajo la sombra de una invasión injustificada, en nuestro país asistimos a los primeros latidos de un relevo político de especial importancia que, a estas alturas, quizá algunos sectores preferirían que pasara más desapercibido. Alberto Núñez Feijóo ha dado los primeros titulares. Y esos titulares, hoy engullidos por el torbellino informativo sobre la guerra, pueden sorprendernos dentro de unos meses cuando los recopilemos para su análisis en un contexto, esperemos, de más sosiego.

Feijóo llegaba envuelto en un supuesto manto de sensatez y moderación. La ilusión con la que lo recibieron algunos halcones del Partido Popular podría evocar aquel ilustre moderado que fueron Gallardón y su comedida actitud, que desaparecieron de la órbita popular y de los que hoy seguimos sin noticias. La moderación podía preceder a Feijóo, sin embargo, su primer chasquido fue la bendición del pacto de gobierno en Castilla y León por el cual el Partido Popular consagraba la entrada de Vox, la ultraderecha, el franquismo, en otro Gobierno autonómico bajo su autoridad. Otro arrumaco complaciente en el amorío político entre ultras y populares. Ni rastro del giro hacia la templanza que algunos anticipaban.

Mucho más preocupante han sido las respuestas a entrevistas de relevantes portavoces del grupo parlamentario popular en el Congreso que justifican, y se jactan, la lógica natural de los pactos entre el Partido Popular y el partido de Santiago Abascal. De esas opiniones emergía una naturalización de la presencia ultra en los gobiernos del Partido Popular que contradice la práctica usual en Europa por la cual derecha e izquierda colaboran i perseveran para minimizar el impacto de la ultraderecha y sus tesis en la política general.

La presentación de Feijóo nos deja, por el momento, dos hechos remarcables que deberían alimentar la preocupación de cualquier conservador razonable de España, si dicha especie sigue todavía por ahí agazapada:

El primero es la afirmación de que el Gobierno de España se está forrando con el precio de la energía y los carburantes. Sin duda un gobernante autonómico tan experimentado como Feijóo sabe que las haciendas autonómicas tienen cedido el 100% de los impuestos especiales sobre la electricidad y el 58% de los tributos sobre hidrocarburos. Es una irresponsabilidad atizar el miedo y las fobias de una sociedad a la que uno pretende gobernar, aprovechando un contexto de grandes dificultades para muchos españoles. Feijóo olvida primero que el Gobierno ya está manos a la obra para aplicar soluciones a esas dificultades; y nos da también la medida sobre cuál será el camino de su moderación, probablemente el de crispación, la contienda y esa visión patrimonial del poder y el escaso sentido de Estado que la derecha española saca a relucir cada vez que actúa des de la bancada de la oposición.

El segundo hecho es que esta misma semana Feijóo ha justificado uno de los más perniciosos tics encerrados en el discurso de Vox: el desmontaje de la violencia machista negando la violencia vicaria. Disociar la violencia a hijos e hijas usada como perversión para dañar a la pareja es, sin duda alguna, una variante cruel y peligrosa afiliada a la vileza de la violencia contra las mujeres. El discurso asumido por Feijóo es anacrónico e inaceptable en la figura de un dirigente de su responsabilidad y en la representación de un partido conservador de la familia popular europea. La línea roja debería ser infranqueable. Mala señal para días venideros.

Nada de esto augura un giro a la moderación -esperado por muchos-, una mano tendida a las necesidades acuciantes de nuestra sociedad y de la comunidad europea. En contraste a ese ánimo todo apunta a que el Partido Popular ejercerá una oposición insidiosa y falaz y estará más dispuesto a crear incendios políticos que a encarnar la derecha responsable, con sentido de Estado y vocación europea que le exigen sus homólogos en Europa. Por el momento, ese nuevo Partido Popular, con Feijóo a la cabeza, sigue ciego y a contracorriente. En unos tiempos como los que corren, España no se puede permitir una función de esa índole. Merece algo más.

El Gobierno de coalición encabezado por Pedro Sánchez y los grupos parlamentarios progresistas de la cámara no cejaran en su empeño por legislar en beneficio de nuestros compatriotas. En beneficio de todos. Si de algo podremos estar orgullosos es que este Gobierno no desfallece, custodia la estabilidad a pesar de las turbulencias y las contingencias históricas que sacuden la legislatura; y actúa con generosidad y preocupación por todos los ciudadanos. Esa es la diferencia entre la agitación y la estabilidad, entre la deslegitimación del adversario y el sentido de Estado.