Las grandes tragaderas de JxCat
Esquerra exhibe con impudor la bandera de la rendición, pero Junts se deshilacha desfilando tras ella con la cabeza gacha, avergonzados de sí mismos y sin excusa para disimular
Xavier Bru de Sala
Escritor y periodista.
Xavier Bru de Sala
JxCat tiene un par de problemas mucho más graves que las declaraciones de Rufián sobre la trama rusa. El primero se llama Puigdemont, y no porque él o su entorno hubieran mantenido contactos con representantes de tercer orden de este o aquel país. El problema de Jordi Sànchez con el líder exiliado es que este líder no tiene otro remedio que desmarcarse del partido, cada vez más y de forma más explícita. Si no lo hiciera, su famoso 'no surrender' perdería el no, él abrazaría (por fin) la tesis de la derrota que tanto contribuyó a facilitar y daría igual que se pasara a Esquerra Republicana.
Pero hete aquí que sin Puigdemont, y dada la poca empatía que despiertan tanto Jordi Sànchez como Elsa Artadi (en la profesión teatral se diría que 'no pasan la batería'), a JxCat solo les queda el símbolo de Laura Borràs, no por la inteligencia política, que no gasta mucha, sino por una eficaz combinación de elocuencia y habilidad intuitiva para deslizarse entre peligros y sortear unas trampas que habrían engullido a políticos mucho más experimentados y supuestamente sagaces. Pero Laura Borràs puede tener los meses contados. Las sentencias de inhabilitación no presentan escapatoria.
La pública e impúdica exhibición de las enormes tragaderas de JxCat es definitiva, rompe el frágil equilibrio fundacional y sitúa de lleno al partido en el terreno neoautonomista que pretendieron combatir. Ante el peligro de perder la careta radical que les permite ir tirando, Jordi Sànchez insulta a Rufián y Albert Batet pide su comparecencia. Tan triste gesticulación en defensa del guía equivale a una ofensa. Cuando JxCat se traga las acusaciones de Esquerra no hace más que alimentar la idea de que Puigdemont era un ingenuo, no un líder. Así se agota el crédito de Junts ante las filas menguantes de los resistentes. Y poco o nada, de este crédito, podrá rescatar Laura Borràs. Esquerra exhibe con impudor la bandera de la rendición, sí, pero Junts se deshilacha desfilando tras ella con la cabeza gacha, avergonzados de sí mismos y sin excusa para disimular.
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