Marco laboral

Empresarios y salario mínimo

No existe evidencia empírica alguna de que los anteriores incrementos hayan deteriorado la ocupación

Antonio Garamendi, presidente de CEOE.

Antonio Garamendi, presidente de CEOE.

Jordi Alberich

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Me cuesta entender el rechazo de la CEOE al aumento del salario mínimo. Se argumenta que ya se ha incrementado bastante en los últimos años y que, al hacerlo nuevamente, se destruirá empleo. Sin embargo, pese a las alzas anteriores, los 965 euros mensuales aún se hallaban lejos del mínimo para una supervivencia digna y, a su vez, no existe evidencia empírica alguna de que los incrementos hayan deteriorado la ocupación. Pero, aun asumiendo que el aumento tuviera sus costes, la cuestión es otra, es entender el momento que vivimos.

La razón por la que millones de ciudadanos no confían en el futuro no es por temor al paro sino porque, a menudo, trabajar no garantiza unos mínimos vitales. Una persona desempleada sabe que, con perseverancia, acabará por encontrar algún que otro empleo. Pero si trabajando no sale del circuito del malvivir cualquier esperanza de futuro se desvanece. Y este es el drama, pues una sociedad pierde decencia si el trabajar, en lo que sea, no es garantía de ese reconocimiento al que todos aspiramos. El llamado trabajador pobre como signo de los tiempos. 

Todo ello subyace tras el arraigado malestar social, el hundimiento de la política tradicional y el auge de los populismos e, incluso, la eclosión de patologías mentales y la bajísima natalidad. En este contexto, aunque acarree algún coste, lo fundamental es trasladar a la sociedad el mensaje de que, desde los poderes públicos y aún más desde el empresariado, se es consciente de las condiciones en que malviven millones de trabajadores. Y del empeño común en aliviar esta deriva insostenible de nuestra economía. Pero, además, en este momento deberíamos ser conscientes del valor simbólico de fijar el salario mínimo en 1.000 euros. Pasar de las tres a las cuatro cifras es una invitación al optimismo. Así me lo expresan muchos empresarios, aquellos con la suficiente empatía para entender lo que representa malvivir del salario mínimo. Afortunadamente, son mayoría. 

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