Amenaza ciudadana

Nuestra responsabilidad frente al populismo

Según Karl Jaspers, todos los ciudadanos son corresponsables de las acciones y de los crímenes que se cometen políticamente. Debería existir una solidaridad universal, una condición que no encontramos en los populismos sectarios de nuestros días

ESTRENOS DE LA SEMANA  Tráiler de "Hannah Arendt"

Tráiler de "Hannah Arendt" / periodico

Eugenio García Gascón

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Es difícil entender esa constante de la historia según la cual cuando el ser humano dispone de más medios para la libertad y la felicidad escoge despeñarse por la pendiente totalitaria y regresar a la barbarie. En nuestra época esta amenazadora tendencia se manifiesta cerca en los populismos y nacionalismos, puesto que sus esencias implican un retorno a la credulidad y al sectarismo más simple. Lo vemos en ciertas universidades, en la enseñanza en general, en numerosos medios de comunicación afines al poder y en muchos otros sectores.

Escribiendo después de la Segunda Guerra Mundial, es decir en la Alemania democrática posterior al nazismo, Karl Jaspers decía que todos los ciudadanos son corresponsables de las acciones y de los crímenes que se cometen políticamente. Él mismo abandonó Alemania en 1948 y solicitó una nacionalidad extranjera porque el régimen democrático de su patria no respondía a sus expectativas. En su opinión, debe existir una solidaridad universal por encima de todo, una condición que claramente no encontramos en los populismos extremadamente sectarios de nuestros días. Cada uno debería estar implicado en lo que le sucede a los otros, la derecha nacionalista por supuesto, pero sobre todo quienes se consideran de izquierda, en lugar de permanecer indiferentes o alimentar un sectarismo institucional que ignora la corresponsabilidad política y moral que tenemos con todos los ciudadanos, como sostiene Jaspers.

Es difícil comprender que el régimen de 1980 haya podido deteriorarse de esta manera durante más de cuatro décadas y que, en cada momento, haya encontrado un amplio respaldo electoral con fervor casi religioso sin contar con una verdadera resistencia. Es algo que invita a reflexionar sobre las insondables profundidades del fenómeno populista, que no es un accidente casual sino una radical y permanente interpretación del mundo que ha tenido y tiene consecuencias nefastas para el conjunto de la gente. Para renacer es preciso sacar consecuencias de los errores cometidos, tanto en el pasado como en el presente, que son los mismos, algo para lo que nunca parece haber llegado el momento.

De manera paralela a lo que analizó Hannah Arendt con respecto al antisemitismo, el nacionalismo se explica también como resultado de una decadencia que conduce al totalitarismo: se hace institucional y ha echado raíces en otros ámbitos, ante la pasividad de buena parte de la población. La obvia crisis del Estado-nación, cada día más visible en Occidente, puede haber influido en esta deriva nacionalista si es que obedece a una reacción comprensible, aunque injustificada, ante la precaria inseguridad de nuestra época. La decadencia política produce un malestar íntimo, donde el populismo y el nacionalismo se retroalimentan, y se traduce en reacciones que van más allá de la política y penetran en todas las esferas de la sociedad desde múltiples direcciones.

Siguiendo a Arendt, con los populismos nos encontramos ante un 'Estado total' en el que la ideología domina al Estado, en el que el ideario populista del partido, por decirlo con claridad, está por encima del Estado, y donde la fuerza, que en este caso tiene el aval de las urnas, prevalece sobre el derecho, no solo sobre el derecho universal sino incluso sobre el mismo derecho del Estado. La filósofa destacó además, como hecho fundamental, dos características: la propaganda institucional, así como el apoyo espontáneo de la mayor parte de la población al totalitarismo.

Aunque pueda ser inquietante, lo que sucede aquí y ahora tiene un gran interés sociológico y político, ya que nos coloca en el interior de una especie de laboratorio experimental donde se juega contra los intereses de la población, de toda la población, pero al mismo tiempo cuenta con el apoyo explícito o tácito de un amplio sector de la ciudadanía, en parte activa y en parte convidada de piedra. La alarma que suscitan estos hechos es grande, en la medida que desde hace mucho tiempo han superado el estadio de inquietud para sumirnos en un estado de estupor que no augura nada bueno.

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