La caja de la Seguridad Social

Bronca por las pensiones

Dinámicas de enfrentamiento, que no tendrían mayores consecuencias en contextos de estabilidad que hemos conocido en el pasado, resultan incomprensibles en nuestras actuales circunstancias

Sindicatos y responsables de la patronal en una reunión con Pedro Sánchez en Moncloa

Sindicatos y responsables de la patronal en una reunión con Pedro Sánchez en Moncloa / José Luis Roca

Jordi Alberich

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En pocos días ha vuelto a romperse la sintonía entre gobierno, patronal y sindicatos. Si anteriormente fue a causa del salario mínimo, ahora el desencuentro proviene del incremento en las cuotas a la Seguridad Social. No era sencillo comprender la posición patronal en el caso del salario, pero su desagrado resulta más entendible en esta ocasión pues, si bien resulta legitima una mayor presión fiscal con que financiar las pensiones, no corresponde penalizar las cargas sociales.

Estas, ya de por sí muy elevadas, gravan a los colectivos más transparentes y que más aportan a la recaudación, las empresas y empleados vinculados por un contrato sujeto al régimen general. A su vez, el aumento castiga dicho modelo de relación laboral, que es el que conviene impulsar para acabar con la precariedad. Asimismo, pese a que el aumento no es excesivo, incide directamente en la competitividad y desincentiva a nuestro denso tejido de pymes, muchas de las cuales van superando como pueden una crisis tras otra.

Pero quizá lo más relevante sea el encontrarnos ante el final de una trayectoria que ha resultado determinante para transitar por las peores coyunturas de los dos últimos años. Una dinámica de consenso que seguiremos necesitando en los próximos meses, en que debemos abordar la reforma laboral y acabar de concretar la del sistema de pensiones. Todo ello requiere de una buena entente entre los agentes sociales, dada la imposibilidad de mínima aproximación entre los dos grandes partidos.

A menudo tengo la sensación de que no interiorizamos el momento que vivimos. Dinámicas de enfrentamiento, que no tendrían mayores consecuencias en contextos de estabilidad que hemos conocido en el pasado, resultan incomprensibles en nuestras actuales circunstancias. Estamos en un momento de profundas mutaciones como sucedió, salvando todas las muchas diferencias, con la revolución industrial, el crack del 29 o la posguerra mundial. No estaría mal que, de una vez, lo asumiéramos.

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