Pros y contras

Estampas de finales de octubre en un cementerio

Los evocamos con flores; ellos, los muertos han pensado antes en los platos y los manteles, en la mesa donde nos sentaremos

Cuidados de la lápida en el cementerio de Montjuic

Cuidados de la lápida en el cementerio de Montjuic / Manu Mitru

Josep Maria Fonalleras

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Había una familia (los padres, dos niñas pequeñas y una abuela) que se acercaba al lugar en el que estaban enterrados sus muertos. El padre, con un paño, limpiaba la lápida de hojas y polvo. Después, depositaron sobre la tumba un ramo de rosas blancas. Había un gentío, en el cementerio. Como escribía Rodoreda, "estaba lleno de familias que limpiaban sus tumbas y sus nichos”. La mañana era espléndida, primaveral, incluso calurosa. Las niñas miraban la ceremonia medio curiosas, medio aturdidas por la impresión del recinto. En la parte más antigua del cementerio, un mausoleo ostentoso y recargado, de Puig i Cadafalch, con un enrejado voluptuoso. Poco más allá, un curioso y nada habitual espacio laico, que se inauguró hace más de un siglo, donde reposan los restos de masones, protestantes y ateos. Poco antes de un entierro, en ese mismo día soleado, los operarios pasaban un rastrillo por encima del sablón y dibujaban geometrías de limpieza. En el recordatorio de la persona que enterraban, leí: “La madre que ha dejado la mesa puesta”. No hay un recuerdo más cierto y preciso. Los evocamos con flores; ellos, los muertos han pensado antes en los platos y los manteles, en la mesa donde nos sentaremos. 

Suscríbete para seguir leyendo