El éxito de Amazon

Jeff Bezos, el hombre que levantó un imperio con nuestra comodidad

Somos los clientes los que estamos fortaleciendo una cadena de eslabones débiles, de trabajadores en precario, de pequeños comerciantes y de competencia aniquilados

Un camión de reparto de Amazon Prime en un almacén de la empresa en la localidad francesa de Lauwin-Planque, en marzo pasado

Un camión de reparto de Amazon Prime en un almacén de la empresa en la localidad francesa de Lauwin-Planque, en marzo pasado / Reuters / Pascal Rossignol

Elena Neira

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Jeff Bezos será muy pronto ex CEO de Amazon, la compañía que él mismo fundó cuando rondaba la treintena. Lo que nació como una pequeña librería digital se ha convertido, casi 30 años después, en un conglomerado empresarial con actividad en sectores tan diversos como el eCommerce, la computación en la nube, la producción audiovisual, la electrónica de consumo, la venta en espacios físicos o la alimentación, entre muchos otros. No han trascendido demasiados detalles sobre su marcha. A través de un escueto comunicado enviado a los trabajadores se ha limitado a decir que abandona la primera línea de fuego, pero que continuará como presidente ejecutivo. Y lo hace para dedicarse a su pasión y centrar su energía en proyectos tan dispares como la exploración espacial o el periodismo.

Bezos se va dejando un legado empresarial tan sorprendente como su fortuna personal. Y lo hace en la cresta de la ola, después de un año terrible para la gran mayoría de actividades empresariales, pero no para Amazon. El timón lo va a recoger otro histórico de la compañía, Andy Jassy, hasta ahora responsable de Amazon Web Services, uno de los negocios más rentables de la compañía. Esta infraestructura en la nube da soporte a compañías tan populares como Netflix, Facebook, la BBC o Adobe. En efecto, Amazon sostiene tecnológicamente a una importante cuota de compañías tecnológicas que usamos a diario. Así domina el mundo y, por extensión, nuestras vidas.

Bezos es ya imposible de disociar de la marca Amazon. Al igual que los fundadores de otras compañías punteras como Tesla, Apple o Netflix, es uno de esos ejecutivos en los que la combinación de carisma, liderazgo y una manera poco ortodoxa de entender los negocios le han convertido en un gurú. Pero también en personaje controvertido al que siempre han acompañado rumores de actitud intransigente y mal carácter. El anecdotario de Bezos está lleno de extravagancias y su filosofía empresarial es casi una religión, plagada de principios que todos los trabajadores adoptaban como mantras. No decir nunca ‘ese no es mi trabajo’, comprometerse con la excelencia (incluso cuando otros piensen que comportan unos estándares más allá de lo razonable) o apostar por un estilo de vida frugal (porque hace que tengamos más recursos, ser más autosuficientes y tener más ideas).

El fundador se va en la cresta de la ola, después de un año terrible para la gran mayoría de actividades empresariales, pero no para su empresa

Pero que Bezos sea un individuo tan terco con su visión explica que algunos de sus proyectos más extravagantes sean una realidad. Su idea de una computadora basada en la nube que respondiese a instrucciones de voz como en 'Star Trek' hoy la conocemos como Alexa. Su apuesta por un dispositivo de lectura electrónico ligero que permitiese almacenar miles de libros a un precio reducido llegó a Amazon en 2007 con el nombre de Kindle. Hoy es el eReader más vendido en el mundo y acapara gran parte de la cuota de mercado en venta de eBooks. De la necesidad de reducir el tiempo de entrega de los paquetes en un área metropolitana eludiendo las congestiones de tráfico nación Amazon Prime Air. La loca idea de Bezos de hacerlo mediante una flota de drones ya ha conseguido la autorización de la agencia reguladora del tráfico aéreo y pronto será una realidad en EEUU.

Pero el éxito rara vez se consigue sin dejar unos cuantos cadáveres por el camino. En el caso de Amazon, la lista de agravios es extensa y preocupante: una política de Recursos Humanos calificada de ‘inhumana’, acusaciones de uso ilícito de nuestros datos, competencia desleal y abuso de posición dominante del mercado. 

Que Amazon es un monstruo es un hecho. Y todos deberíamos hacer una reflexión individual sobre nuestro papel alimentándolo. Porque sin nuestra contribución los paquetes de Amazon no se habrían convertido en parte recurrente del paisaje. La decisión de pagar una tarifa plana nos encierra en un ecosistema de beneficios gratuitos (envíos, video, o almacenamiento en la nube, entre otros), pero también de dependencias. Somos los clientes los que estamos fortaleciendo una cadena de eslabones débiles, de mozos de almacén y repartidores que denuncian condiciones de trabajo precarias, de pequeños comerciantes que han visto aniquilado su negocio y de unas prácticas de fijación de precios que acaban con la competencia. Amazon ha asignado un precio asequible, el de la tarifa 'prime', a algo de un valor incalculable: nuestra comodidad. ¡Menudo genio, Bezos! 

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