Opinión | EDITORIAL

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La indignación de los autónomos

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Los 450.000 trabajadores autónomos catalanes tienen motivos para estar indignados. El plan de ayuda concebido por la Generalitat para ayudar a estos profesionales a paliar la caída de sus ingresos con motivo de las nuevas restricciones impuestas en la lucha contra la pandemia ha sido un fiasco mayúsculo. Las bases de la convocatoria ya anticipaban el desastre. La poca cuantía del plan (20 millones de euros), junto al elevado número de posibles peticionarios y la fórmula del reparto (los que llegasen primero hasta que se agotase el dinero) derivó en una humillante carrera de todos contra todos para convertirse en uno de los 10.000 afortunados que sí han podido acceder a la prestación.

Los demás, aun teniendo derecho a ello por cumplir las condiciones exigidas, perdieron el tiempo ante sus ordenadores mientras intentaban conectarse al servidor que centralizaba el proceso y que colapsó ante la avalancha de peticiones. Fue una falta de respeto a todos los trabajadores por cuenta propia que están pagando con especial virulencia los costes económicos de la pandemia. Merecen ser tratados con más sensibilidad por parte de sus gobernantes. 

A favor del Govern de la Generalitat hay que anotar que su portavoz ha pedido perdón y que el presidente en funciones, Pere Aragonès, se ha comprometido a poner en marcha un nuevo plan de rescate, más ambicioso y con unas bases que eviten el vergonzante espectáculo de estos días.

Con los autónomos llueve sobre mojado. Hace unos días el Gobierno español hizo efectiva la subida con efecto retroactivo desde el 1 de enero de la cuota mensual que estos trabajadores abonan a la Seguridad Social. Es una medida muy difícil de entender en las presentes circunstancias. Como también lo es que salvo que cesen en su actividad deban seguir abonando las cuotas íntegras sin que se tenga en cuenta la caída de su facturación. Estas cuestiones atañen al Gobierno central, que tampoco se libra del maltrato a este colectivo al que acude puntualmente cada final de mes para afianzar la recaudación.

Los autónomos merecen mejor suerte y más respeto por parte de ambos gobiernos. El Ejecutivo central debería demostrar mayor implicación, puesto que es quien dispone de los recursos para llevar a buen puerto planes de rescate que no sean meramente simbólicos. A su vez, al Gobierno catalán debe exigírsele un plus de seriedad, realismo y menos búsqueda de titulares en la gestión de sus iniciativas. No estamos tan solo ante una cuestión de supervivencia para muchos profesionales. Es también una cuestión de respeto.