Vecina del Eixample

Los negocios que casi abrieron

Cabe la posibilidad de que ni siquiera lleguen a saber si las suyas eran buenas ideas, si hubieran funcionado

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Olga Ruiz

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En mi manzana hay cuatro negocios que estuvieron a punto de abrir, cuatro familias -como mínimo- que decidieron convertirse en pequeños empresarios, tirar adelante, arriesgar, atreverse, ilusionarse y empezar de cero. El problema es que tomaron la decisión antes de la pandemia. Son los negocios que casi abrieron: un restaurante que parecía moderno, un bar de aspecto vegano, otro que todavía está en la fase inicial de las obras y un salón peluquería destinado a una potencial clientela de 'drag-queens'. Este último llegó a inaugurar en el corto tiempo de normalidad que hubo entre una y otra ola pandémica, pero siempre está vacío, imagino que sufren en primera persona los daños colaterales de las medidas que obligaron a cerrar el ocio nocturno.

Paso cada día por la puerta de esos negocios, lo hago con un cierto recato, ni siquiera dejo que mi perra husmee en esas puertas; algunos están dentro de sus negocios frustrados, hacen números, hablan por teléfono o simplemente contemplan a su alrededor, constatando cómo todo se desmorona antes de empezar. Cabe la posibilidad de que ni siquiera lleguen a saber si las suyas eran buenas ideas, si hubieran funcionado.

Desde hace días no puedo dejar de pensar en ellos, en sus familias, en los problemas a los que tienen que hacer frente. Soy incapaz de intentar ordenarlos de menos a más asfixiantes: los préstamos a los que casi seguro recurrieron para poder empezar, las obras que iban a convertir su local en el más atractivo del barrio, el pago a los proveedores de ese primer pedido que nadie ha disfrutado y, sobre todo, el sentimiento de culpabilidad, el sobrevenido insomnio, la incertidumbre… la oscuridad.

Los negocios que estuvieron a punto de abrir son los invisibles de esta pandemia, no existen, habitan en un limbo burocrático de exigencias administrativas, normativas nacionales, regionales y locales que complican todavía más su frustrada existencia.

En mi barrio hay cuatro negocios que 'casi' abrieron, nunca un adverbio de cantidad me ha parecido tan cruel.