Confinamientos selectivos
La ratonera del covid y los alquileres
La carrera científica por encontrar una vacuna corre pareja a la que protagonizan políticos, legisladores y entidades sociales comprometidas con la lucha por una vivienda digna
Carol Álvarez
Subdirectora de El Periódico
Subdirectora de El Periódico. Cultura, tendencias sociales y Barcelona.
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Carol Álvarez
La ratonera del covid-19 está en estos días en cientos de barrios de la geografía española, más o menos pequeños, más o menos conformes, que afrontan la segunda ola del virus con ánimos divididos. En Vallecas, pero también en Salt o Son Gotleu, en Palma, los vecinos confinados se preguntan por qué son ellos y no otros los que deben aislarse, por qué son siempre los mismos los que pagan el pato, nuevas cruces en la lista infinita de agravios de zonas castigadas con la dureza de los guetos. “Lo hacemos para protegeros”, dicen los responsables de Salud, y claro que protegen, pero van tarde, porque el problema es de origen, es el hacinamiento, la falta de viviendas en condiciones, de espacios abiertos públicos, de planes B para que las familias se apañen ante una dificultad sobrevenida.
Vivienda, urbanismo y alquileres son tres piezas de un mismo engranaje sacudido por los brotes de la pandemia. Los aciertos y errores de los modelos de ciudad defendidos por urbanistas y políticos de turno han salido a la luz como nunca. Mientras ciudades como Barcelona llevan años empeñadas en planes de pacificación de las calles y de fomento de las zonas verdes, las carencias de los barrios más densamente poblados, de zonas metropolitanas barcelonesas pero también de Girona o de Madrid, se han visto expuestas como hace mucho tiempo que no pasaba ante la opinión pública.
Los indicadores de ahora de la pandemia, el número de contagios por habitante o la lista de colegios con grupos burbuja infectados, se pueden superponer fácilmente a la realidad permanente de los barrios. Cada crisis golpea más, y la brecha crece en las ciudades.
Cómo no va a estar la gente alborotada. Hay una extraña efervescencia en el aire, una tensión continuada. La pandemia llegó y no vemos claro el fin del túnel, esa vacuna que nos librará en pocos meses de las mascarillas, pero que no sabemos cuánto más tardaremos en recuperar el mercado laboral y en hacer más justos los alquileres que no han bajado precios pese a los efectos económicos de tanto erte y cierre de negocios. La carrera científica por encontrar una vacuna corre pareja a la que protagonizan políticos, legisladores y entidades sociales comprometidas con la lucha por una vivienda digna y límites a los alquileres injustos. Las moratorias a los desahucios se han acabado y los rebrotes de personas sin hogar está a la vuelta de la esquina en un otoño que millones de personas viven ya como una ratonera.
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