Sacerdote comprometido

Un cura como Dios manda

No puedo imaginar algo mejor que lo que hizo el Pare Manel para los demás, seas cristiano, musulmán o budista, qué más da

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Carles Sans

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Cuando me enteré de la muerte de Manel Pousa, el Pare Manel, pensé de inmediato cuánto me gustaría creer como las personas que tienen fe en Dios. De ser así, hoy, para mí, sería un día muy alegre porque estaría imaginándome a Pepe Rubianes y Carles Flavià, yendo a recibir a Manel al Pórtico de la Gloria, que seguramente es como debe llamarse la recepción en el cielo. Allí se abrazarían los tres y presentarían al “nuevo” a otras buenas personas, le pondrían al día de lo que en el firmamento se hace y Manel les explicaría lo que en la Tierra se perpetra.

Tres personas maravillosas que tuve la suerte de disfrutar y que ahora están juntas de nuevo. Me gustaría tanto imaginarles de la mano, ojo, “sin mariconadas”, que diría Pepe, hablando y riéndose de ellos mismos y de todos los que nos hemos quedado. Ojalá pudiera estar convencido de que un día, cuando yo me muera, me vendrán a recibir a mí también y que me reiría con ellos como siempre lo hemos hecho.

Se ha ido un cura como Dios manda. No puedo imaginar algo mejor que lo que hizo Manel para los demás, seas cristiano, musulmán o budista, qué más da. Era un hombre de una timidez entrañable, de una bondad agradecida, y con un afán de ayuda inagotable. El Pare Manel reunía todos los años lo más granado del espectáculo para conseguir dinero para su fundación, destinada a trabajar para las personas más vulnerables. No sé qué vamos a hacer aquellos que nos hemos quedado huérfanos, sin el alma de la gala, gracias a la cual, por cierto, tenemos reservada, o eso decía el Pare Manel, una parcelita allá en el cielo, donde dicen que disfrutan las almas buenas, aquellas que entregan lo mejor de su vida a los demás. No sé si quedarán muchos como él aquí en la Tierra; supongo que sí. En Nou Barris debería dedicársele una calle como la tiene Pepe en la Barceloneta, porque son personas que merecen el recuerdo eterno. Te echaré de menos también como lector de mis columnas en EL PERIÓDICO. '¡Descansa en pau, amic!'.