CAMINO DE LAS ELECCIONES

El diálogo y la dignidad

Desde el republicanismo se va a exigir más pedagogía que nunca, pese a los gritos y el oportunismo de quien prioriza impedir la victoria electoral de ERC

De izquierda a derecha, Joaquim Forn, Jordi Cuixart, Oriol Junqueras y Raül Romeva, antes de su nuevo ingreso en la prisión de Llenoders, el pasado 28 de julio

De izquierda a derecha, Joaquim Forn, Jordi Cuixart, Oriol Junqueras y Raül Romeva, antes de su nuevo ingreso en la prisión de Llenoders, el pasado 28 de julio / periodico

Joan Tardà i Coma

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Un ciudadano, al que siempre he respetado por su trayectoria académica y política, me reclamaba públicamente qué había hecho, yo, de la dignidad perdida, y por qué vivía políticamente arrodillado. Confieso que, habiéndonos conocido, nunca habría pensado que se apuntaría a la retahíla de insultos que había despertado el haber reclamado a través de las redes que Miquel Iceta, Ada Colau y Pablo Iglesias se pronunciaran a raíz del nuevo acto de inspiración vengativa de la justicia española al anular el tercer grado a los compañeros encarcelados. Les reprochaba, al mismo tiempo, que no hacerlo los abocaría al fracaso.

Se comparta o no el posicionamiento del republicanismo sobre cómo se ha de encarar políticamente la actual coyuntura, despierta una enorme desazón que la crítica pase por el cuestionamiento ético de las personas. Una praxis reactiva que ha ido consiguiendo adeptos por reacción a la represión, que ha dado lugar al surgimiento de un populismo que en nada contribuirá a la acumulación de fuerzas independentistas. Más bien todo lo contrario, porque con este caldo de cultivo el discurso puede ir deslizándose hacia escenarios más peligrosos. De hecho, entre las atribuciones de indignidad y la acusación de traición solo hay un telo de cebolla, tan fino como inevitable es la ecuación subsiguiente que iguala diálogo y rendición. El mismo Oriol Junqueras, a quien nuevamente según la encuesta del CEO la ciudadanía le otorga la mejor calificación entre los políticos catalanes, tuvo que responder sin rodeos en la entrevista de TV-3: "Quien cuestione lo que hemos hecho hasta ahora que venga y se pase tres años en prisión".

Callar la verdad por electoralismo

Cautivos de la visceralidad, algunos 'patriotas' dejan de lado por qué en cada contienda electoral el independentismo ha incrementado el número de sufragios. Un olvido interesado porque es constatable que el aumento del apoyo proviene de los territorios ideológicos fronterizos con el independentismo, que poco tienen que ver con purezas patrióticas. Eso sí, al día siguiente de las elecciones no solo se atribuirán el éxito de una nueva mayoría independentista en el Parlamemt, sino que querrán hacernos creer que el apoyo popular deriva de la popularización del vocablo 'nyordo' y de haber derrotado a los "colaboracionistas" abonados a la "súplica" del diálogo.

No ignoran la verdad, no, tan solo la callan por razones electoralistas. Bien saben que la formación de la Mesa, el periodo de negociación posterior y el logro de los acuerdos finales, en definitiva toda su trayectoria, es y representará una conquista democrática y popular. Y exigirá un movimiento democrático de masas, que puntualmente desarrolle la presión cívica, pacífica y desobediente para garantizar, también, la aplicación de los pactos. Un recorrido que se alargará, lleno de dificultades por las propias contradicciones que irá generando en las mismas estructuras del Estado. En definitiva, tanto en el momento actual, cuando aún debe nacer, como una vez en funcionamiento, la viabilidad de la negociación estará sometida a la evolución de la correlación de fuerzas entre las partes.

Que en el momento actual no destaquen las condiciones más favorables para lograr el establecimiento de una mesa de diálogo permanente, al menos antes de la convocatoria de las elecciones, resulta preocupante, pero no anula la imprescindibilidad. Ciertamente, hoy el diálogo está emparedado entre dos indolencias políticas. Por un lado, la del presidente Pedro Sánchez, inmóvil ante la fiscalía, cautivo de un postureo prodiálogo estrictamente propagandístico que se evidencia en la negativa a mover pieza 'imponiendo' los indultos no reclamados por los represaliados, que se niega a ninguna iniciativa que, desde la discrepancia absoluta, pueda relacionarse con la amnistía y la autodeterminación. Doblemente preocupante porque de la vicepresidencia de Pablo Iglesias se esperaba más, al menos a la hora de detener la tendencia del Gobierno español a colaborar con Ciudadanos, confiando en que la distribución de los fondos de reconstrucción aplace la resolución de la demanda catalana. Por otro, la de Junts per Catalunya, desleal a la sociedad catalana, a quien oculta lo que manifiestan en privado sobre la necesidad de conseguir un escenario de negociación tan inevitable como objetivamente imprescindible por razón de la inviabilidad de otros caminos.

Por ello, desde el republicanismo se exigirá más pedagogía que nunca, a pesar del griterío y el oportunismo de quien prioriza impedir la victoria electoral de ERC. Es por eso que, por mucho que Gabriel Rufián haya instado al Gobierno español a moverse si quiere sacar adelante los Presupuestos, hasta la celebración de las elecciones imperará la demagogia suficiente para que arraigue la idea de que él mismo es el jefe de grupo de los "rendidos".

Un plan grosero ejecutado para erosionar los principios ideológicos y políticos de los adversarios, la primera premisa del cual, a su entender, radica en banalizar la dignidad de las personas.

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