ANÁLISIS

Ni el silencio del Camp Nou servirá de coartada

Josep María Bartomeu, en la entrada del club

Josep María Bartomeu, en la entrada del club / periodico

Emilio Pérez de Rozas

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No me importa que me marquen en algún corcho de alguna de las oficinas del ático del Camp Nou. No me importa que Josep María Bartomeu me borre de su móvil, ya tiene a otros muchos periodistas preferidos a quien llamar y/o escuchar a los que, eso sí, muy pocas veces hace caso.

No me importa que Quique Setién ni siquiera quiera saber quien es ese viejecito, de 68 años, que ya debería estar jubilado y que, tengo entendido, incluso se peleó con un director porque él defendía que el Barça nunca recuperaría a Neymar Júnior, por más que lo desease ese periodista (y amigos como Leo Messi), pues esa operación, al margen de ser muy mala para la imagen del ‘mes que un club’, costaba tanto dinero que era imposible. Ahora ya, en pleno coronavirus (¿lo notan, no, que aún no se ha ido?) hasta ‘Barto’, que debió ser uno de los que le calentó la cabeza a aquel director, ya dice que «es imposible».

Bueno, pues eso, que aunque ‘Barto’ me borre de su plateado móvil y el hombre que paseaba observando a las vacas jamás le pida a los chicos de prensa que quiere conocerme, voy a decir algo que les sorprenderá (o no). Voy a escribir algo que, o no, ustedes, grandes culés (algunos, ¿muchos?, mejor, mejor) ya están pensando y debatiendo bajo la sombrilla de sus piscinas, pues no se atreven a acercarse a las playas ‘porsiaca’, que decía mi hermana Montse cuando era pequeeeeeeñita (pero preciosa).

Lo que voy a escribir es que después de todo lo que hemos vivido en el Barça y lo mucho que nos han engañado este año (incluso ‘D10S’, que, después de cantar las verdades, se retractó en 48 horas, lamentable), si el sábado no eliminan al pobre y zarandeado Nápoles (séptimo de la Serie A, a 21 puntos ¡7 victorias! de la Juventus), deben dimitir, de inmediato, esa misma noche, bueno, si quieren les concedemos ¿a que sí? el domingo de reflexión, venga, vale, el lunes, el presidente que nos ha conducido a ese ridículo y el entrenador que, al margen de prometernos el paraiso, es decir, un fútbol lo más parecido a Johan Cruyff (no dijo, Frank Rijkaard, no, no; no dijo Tito Vilanova, no no; no dijo Pep Guardiola, ¡Dios, cómo va a pronunciar ese nombre!), dijo Johan Cruyff, el ‘profeta del gol’, nos ha dejado, de nuevo (cierto, sí, como muchos otros) a las puertas de la Champions. O, como poco, de intentarlo de nuevo.

Miren que digo «si no eliminan al Nápoles», pues estoy convencido de que lo van a lograr ¡faltaría más!, de verdad, estamos ante un partido tan desequilibrado, donde las estrellas están solo en un lado, donde 1.047 millones de euros (bueno, vale, 800, que más de 200 no los hemos ingresado) se enfrenta a otro de poco más de 500 y donde el mejor jugador del mundo afronta, de nuevo, el reto, no solo de salvar a su club (de toda la vida) del ridículo, sino a él mismo.

Van a pasar, repito, no hay otra, pero...eso, pero, si caen eliminados, dos valientes (o no) han de dar dos pasos al frente. O solo uno si lo hacen juntitos y de la mano. No hay otra, señores.