Desde Badalona

Mascarillas en Badalona para el Mono, Manolo Escobar... y Camarón de la Isla

La playa de Badalona.

La playa de Badalona. / AYUNTAMIENTO DE BADALONA

Miguel Guillén

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Poco más de 1.600 metros separan en Badalona la estatua del Anís del Mono de la de Manolo Escobar. La primera, uno de los íconos de la ciudad, da la bienvenida a todo el que pasa por el Pont del Petroli. La segunda está en La Salut, al otro lado de la frontera que marca la autopista y que sigue partiendo en dos la ciudad, física, simbólica y mentalmente. Dudo que algún badalonés de La Salut no conozca la estatua del Mono, mientras muchos conciudadanos no conocen la de Manolo Escobar. Probablemente no existe la necesidad de ir a La Salut si no se vive allí, cuando todo el mundo pasea por la calle del Mar, por la Rambla o se baña en la playa, ahora que (de momento) se puede.

Durante las largas semanas de confinamiento, muy pocos han podido saludar al Mono o a Manolo Escobar ni hacerse una selfie junto a ellos. Algunos vecinos del paseo de La Salut, cuando salían a aplaudir a las ocho de la tarde, comprobaban que allí aguantaba, estoica, la figura del eterno cantante que llegó muy jovencito de Andalucía para ganarse la vida en Badalona, como tantos miles de personas. Ambas esculturas, que estos días también se han cubierto boca y nariz con mascarillas, son obra de Susana Ruiz: dos trabajos diferentes pero complementarios que explican mucho de esta ciudad, cuyas gentes asisten ahora expectantes, preocupadas y atentas a la evolución de la pandemia.

<strong>Mientras tanto, otra estatua espera en el taller de Ruiz, dedicada a Camarón de la Isla,</strong> que precisamente murió en el hospital de Can Ruti hace ya veintiocho años. Si la pandemia y la autoridad competente lo llegan a permitir (ojo, porque la escultura puede acabar en Madrid), saludará a los vecinos de otro barrio, Sant Roc, y la historia de la ciudad será más fácil de explicar. Estatuas, barrios y gentes. Y Badalona, como el mundo entero, deseando que esta pesadilla acabe. Entonces, quizá descubramos que vale la pena "subir" a La Salut o a Sant Roc, ahora que empezamos a valorar un poco más aquello a lo que no dábamos importancia y tenemos tan cerca.