Análisis

El naufragio del pujolismo

Jordi Pujol, que acaba de cumplir 90 años, evoca la metáfora de Jonás: sabía que los suyos tenían que echarlo por la borda, pero esperaba que siguieran remando

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Rafael Jorba

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Jordi Pujol cumplió 90 años el 9 de junio. En el inventario de su trayectoria política hay tres factores: la obra de gobierno, la contribución a la gobernabilidad de España y el papel de prescriptor del nacionalismo catalán. La historia se escribe y reescribe. Josep Pla escribió su 'homenot' sobre Enric Prat de la Riba en el cincuentenario de su muerte y destacó la unanimidad en torno a su figura: “El descubrimiento de que el señor Prat fue un gobernante con todas las características del hombre de Estado”.

Tiempo habrá para evaluar los 23 años de presidencia de Pujol. Se puede apuntar que si Prat de la Riba puso las bases de la reconstrucción de Catalunya desde la Mancomunidad (1914-1917), Pujol consolidó el autogobierno en las últimas décadas del siglo XX (1980-2003) y contribuyó a la gobernabilidad española con su política de ‘peix al cove’. Me referí a ella en mi artículo 'De Pujol al ‘procés’ (y viceversa)', donde me hacía eco de una entrevista del profesor Juan Rodríguez Teruel en la que vaticinaba que los descendientes del ‘procés’ acabarían volviendo al posibilismo.

Pujol, que ha leído y releído aquella entrevista, hace una constatación -Catalunya no tiene fuerza suficiente para lograr la independencia, pero sí para dificultar la política española-, defiende una práctica -el camino intermedio, su política de ‘peix al cove’- y subraya una prioridad: hay un problema de financiación, pero la cuestión central es la identidad. Desde esta óptica, se pregunta si los impulsores del 'procés' se han hecho “un autogol” o, peor aún, si se han “disparado un tiro en el pie”.

La autoinculpación

Pujol sabe que hay un factor que ha eclipsado su obra de gobierno y ha destruido su papel de prescriptor y referente del nacionalismo catalán de la segunda mitad del siglo XX: el caso de fraude fiscal del que se autoinculpó el 25 de julio del 2014. Afirmaba entonces que “de los hechos descritos y de todas sus consecuencias soy el único responsable” y pedía perdón “a tanta gente de buena voluntad que puede sentirse defraudada”. “Y les pido que sepan distinguir los fallos de una persona -por muy significativa que haya sido-, y que esta declaración sea reparadora en lo que sea posible del mal y de expiación para mí mismo”, concluía.

Culpa, perdón y expiación: tres conceptos de su formación católica. El sentimiento de culpa de Pujol se remonta a los tiempos de ‘fer país’. En su libro 'Des dels turons a l’altra banda del riu', en el que recupera los escritos de prisión, hay una larga dedicatoria a su mujer y a sus hijos: “Que no voldria que fossin víctimes de la meva dèria, que també es la seva, i als quals en el grau que ja n’hagin estat, els demano perdó”. ¿Cuál era esa ‘dèria’, esa idea fija que nos incita a hacer una cosa?

Pujol me respondió en una entrevista en este diario el 18 de agosto de 1988: “Es nuestro país: Catalunya”. Según Manuel Cuyàs -un señor del periodismo que nos acaba de dejar-, Pujol expresaba en aquella dedicatoria “el primer síntoma de culpa por no dedicarse lo bastante a la mujer y a los siete hijos que ya tenía entonces. Un remordimiento que está en el origen de su autoinculpación”. Sí, desde el núcleo familiar, algunos se tomaron al pie de la letra la dedicatoria y quisieron cobrarse los servicios prestados por su padre.

La esperanza de expiación acompaña aún al ‘president’. Sabe que los suyos tenían que echarlo por la borda. Para explicar su desaparición de la escena política evoca una metáfora bíblica. La historia de Jonás, el profeta desobediente: Yahvé le pidió que fuese a predicar a Nínive, pero Jonás desobedeció y se embarcó en una nave rumbo a Tarsis; en el camino se desató una tempestad y los tripulantes, al confesar que huía de Yahvé, lo arrojaron al mar y siguieron su periplo.

De la metáfora de Jonás al naufragio: Pujol sabía que los suyos tenían que echarlo por la borda, pero esperaba que siguieran remando y llegaran a buen puerto. Tenía asumido su naufragio personal, pero no el de su proyecto político. La apuesta independentista ha encallado, los que le reemplazaron en el timón llevaron la nave contra las rocas y quienes despreciaron el ‘peix al cove’ se pueden quedar sin peces y sin cesto.

La historia, decía al inicio, pondrá en su lugar el legado del 'president' Pujol. En este artículo solo pretendo resumir el relato de un naufragio: un proyecto político que se esbozó en sus años de adolescencia en una subida al Tagamanent y que ahora ha naufragado. “Hasta que no llegas a la cima, uno es en tanto que hace camino”, me explicó en aquella entrevista del verano de 1988. Los suyos no han hecho el ‘cim’ y se han extraviado.

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