EL SILENCIO DEL POLÍTICO INDEPENDENTISTA

¿Dónde está Junqueras?

Los líderes no solo deben fomentar sueños, también deben dar respuestas sobre un mañana que se presenta más incierto que nunca

Oriol Junqueras sale de la cárcel de Lledoners, en uno de sus últimos permisos penitenciarios para trabajar en la Universitat de Vic de Manresa antes del estado de alarma, el pasado 3 de marzo

Oriol Junqueras sale de la cárcel de Lledoners, en uno de sus últimos permisos penitenciarios para trabajar en la Universitat de Vic de Manresa antes del estado de alarma, el pasado 3 de marzo / periodico

Andreu Claret

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Está en la cárcel. Es la respuesta más obvia, después de la incomprensible decisión del Tribunal Supremo de no permitirle pasar el estado de alarma en su casa. Una decisión que no justifica, sin embargo, su silencio. No es un silencio absoluto, pues aprovechó el 14 de abril para arremeter contra la gestión del coronavirus por parte del Gobierno, apuntándose al deporte que arrasa en la política catalana: culpar a Madrid de todos nuestros males, incluidos los del coronavirus. Luego, el Primero de Mayo, llamó a afrontar la catástrofe social que se avecina. Sin embargo, ni una palabra sobre el día después político. Como no sea la apelación a las virtudes de una república catalana que sería más rápida, menos lenta y más eficiente, en la gestión de la crisis sanitaria, de lo que ha sido un Gobierno como el de Pedro Sánchez, calificado de centralista, militarista y oligopolista (sic). 

La mayoría de los independentistas piensan que si Catalunya fuera Dinamarca, las cosas habrían ido mejor. Como ciudadanos, tienen todo el derecho a soñar en el futuro, pero Oriol Junqueras es un líder político. Y los líderes no solo deben fomentar sueños, también deben dar respuestas sobre un mañana que se presenta más incierto que nunca, en Catalunya, por la crisis económica, por las amenazas del covid-19 y por una crisis política que la pandemia no ha hecho más que ahondar. 

Desde el fracaso de la vía unilateral y el zarpazo del Supremo, Junqueras había sido la voz sensata del independentismo. Sin renunciar a su ideario, defendió una posición inteligente que permitió a Sánchez llegar a la Moncloa. Ante los suyos, justificó la necesidad del diálogo como una estrategia destinada a "ampliar la base social" del independentismo. Ante los demás, apareció rechazando la tentación del cuanto peor, mejor que preside la estrategia de Carles Puigdemont. Y lo consiguió manteniendo la hegemonía dentro de su campo. ¿Dónde está hoy aquel Junqueras? ¿De qué le sirve hablar de su amor a España cuando lo entrevista Ana Rosa Quintana, si no rebate las tesis supremacistas de Joan Canadell y Meritxell Budó? ¿Por qué no alza su voz ante las conspiraciones de JuntsxCat en el Parlament? Quienes hemos sostenido que podía encabezar una salida a la crisis que vive Catalunya esperamos que no se deje llevar por el populismo virológico que todo lo invade y vuelva a aportar realismo a la política catalana. Hace más falta que nunca.

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