Análisis

Hay que dar tiempo al tiempo

Si en política, como gustaba de recordar el presidente Mitterrand, dos y dos no suman nunca cuatro, esta máxima es aún de mayor vigencia en estos tiempos convulsos

Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias, explica la curva del coronavirus

Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias, explica la curva del coronavirus / periodico

Rafael Jorba

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Escribía <strong>en mi anterior artículo, </strong>retomando los consejos de Albert Camus en sus textos sobre el periodismo crítico, que ante las fuerzas desordenadas de la historia, de las que las noticias son el reflejo, hay que extremar las cautelas, sobre todo en el periodismo de opinión. “Pero esto no puede hacerse sin escrúpulos, sin distancia y sin una cierta idea de la relatividad”, alertaba Camus en 'Combat' (8 de septiembre de 1944), el diario nacido durante la Resistencia francesa contra la ocupación alemana.

En efecto, cuando Europa afronta su mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, es de rigor seguir escuchando la voz de uno de sus escritores de referencia: “La tarea de cada uno de nosotros es de pensar bien lo que se propone decir, de escribir atentamente y de no perder de vista la necesidad de devolver al país su voz profunda […] De hacer que esta voz sea más la de la energía que la del odio, la de la noble objetividad y no la de la retórica, la de la humanidad más que la de la mediocridad”.

Desde esta perspectiva, ante la tragedia que nos asola, me veo incapaz de imaginar escenarios de futuro. Ni en el plano político ni en el socioeconómico. Ni el vuelo gallináceo de algunos políticos ni las previsiones apocalípticas de determinados analistas me quitan el sueño. Es la realidad presente la que me aterra y cortocircuita mi capacidad de análisis. Solo puedo aventurar, haciendo mío el titular de la revista <strong>política&prosa</strong>, que estamos ante una 'Gran mutación'.

Nada volverá a ser como antes. Para bien y para mal. Los que nacimos en la Europa de la posguerra pensábamos que vivíamos en una sociedad de riesgo cero. Ahora nos percatamos de la fragilidad de la condición humana, que seguía azotando a otros territorios, y de la que nos creíamos inmunes. No es el momento de los reproches. Hay una expresión catalana que define la hora presente: cuando el carro está en medio del ‘gual’ -vado de un río- y baja una gran avenida de agua, la prioridad es sacarlo del cauce. Será después, cuando hayamos superado la riada, el momento de dirimir responsabilidades, corregir errores y rehacer nuestra escala de valores.

Mientras tanto, se impone la prudencia. Si los análisis de hace un mes se han visto superados por la realidad, los análisis de hoy pueden también ser desmentidos dentro de unas semanas. “Hay que dar tiempo al tiempo”, repetía François Mitterrand. Si en política, como gustaba de recordar el presidente francés, dos y dos no suman nunca cuatro -“suman tres y, a veces, cinco”-, esta máxima es aún de mayor vigencia en estos tiempos convulsos.

Los políticos deberían enterrar la demoscopia y recuperar el sentido primigenio de la política: ocuparse de los asuntos de la polis, la ciudad. También los economistas,<strong> como hacía el sábado Antón Costas en este diario,</strong> deberían recordar que “lo peor no tiene por qué ocurrir”. Sus pronósticos son dispares: una evolución en forma de V, de W, de U, de L... Demos tiempo al tiempo. Ahora solo hay una curva que importa: la de las victimas del covid-19 y la imperiosa necesidad de doblegarla.