Análisis

Solo sé que no sé nada

La magnitud de la pandemia del coronavirus ha cogido con la guardia baja a los Estados, así en la España de las autonomías como en la Francia jacobina

Traslado de fallecidos en la residencia Doctor González Bueno de Madrid

Traslado de fallecidos en la residencia Doctor González Bueno de Madrid / JOSÉ LUIS ROCA

Rafael Jorba

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Hay un tiempo para cada cosa bajo el sol. Era la conclusión de mi anterior artículo sobre la pandemia. Si entonces me amparé en la sabiduría del Eclesiastés, ahora retomo otra enseñanza de un relato de Platón sobre Sócrates: “Yo solo sé que no sé nada”. El filósofo no niega el conocimiento, sino que introduce la duda, razonada y razonable, como pauta de conducta en nuestros análisis.

Esta reflexión también vale para el periodismo. Lluís Foix, un veterano de este oficio, recuerda a menudo su conversación con el cardenal Jubany, ya retirado, en una residencia de Collserola: “'Qui no ho sap tot, no sap res'” (“Quien no lo sabe todo, no sabe nada”). Seguiré absteniéndome, por tanto, de hacer valoraciones en el plano sanitario y económico. Si los expertos discrepan, los neófitos desbarran.

Hemos entrado en un largo túnel, pero no hemos caído en un pozo sin fondo. Hay luz y esperanza. Pasado el estado de alarma será el momento de hacer balance y corregir errores; también de pasar cuentas con aquellos que han intentado sacar tajada de la tragedia. Me limitaré a poner sobre la mesa unos apuntes sobre el trabajo ingente, a menudo en condiciones precarias, de muchos periodistas.

Solo puedo darles un consejo de Albert Camus, uno de mis ‘maîtres à penser’: ante las fuerzas desordenadas de la historia, de las que las noticias son el reflejo, hay que extremar las cautelas, sobre todo el periodismo de opinión: “'On veut informer vite au lieu d’informer bien. La vérité n’y gagne pas'” (“Se quiere informar deprisa en lugar de informar bien. La verdad no gana con ello”).

Tres portadas de 'Le Monde'

Pondré tres ejemplos de tres portadas de 'Le Monde'. Primer ejemplo. El pasado 21 de marzo el vespertino francés titulaba así: “Italia afronta el balance más pesado”, con este subtítulo, paradigma del periodismo de precisión, que valdría ahora para España: “Con 3.405 muertos, Italia sufre un número de muertes más elevado que la cifra oficial de victimas en China”. Sí, la 'cifra oficial'.

Abro paréntesis. Estamos haciendo curvas de evolución por países que contabilizan de manera dispar los casos. Solo una muestra: Mathieu de Taillac, corresponsal de 'Le Figaro' en España, resumía en un tuit un dato sobre la situación en los geriátricos franceses: no se contabilizan los fallecimientos ocurridos en las residencias porque “estos centros no están conectados con el sistema de información de los hospitales”.

Segunda portada de 'Le Monde', del 20 de marzo: “Penuria de mascarillas: el personal sanitario expuesto”, con este subtítulo: “La cólera aumenta en los hospitales, centros médicos, farmacias, servicios de urgencias, confrontados a una falta alarmante de material de protección”. Tercer ejemplo, del 25 de marzo: “En los Ehpad, el combate a puerta cerrada contra el virus”. Los Ehpad -acrónimo de las residencias de ancianos- sufren un “impacto alarmante”, “pero difícil de medir, a causa del confinamiento y de la falta de test de detección”.

Conclusión: solo sé que la magnitud de la pandemia ha cogido con la guardia baja a los Estados, así en la España de las autonomías como en la Francia jacobina.