La clave
El declive de la regeneración
Tanto Ciudadanos como Podemos adolecen del mismo problema: la falta de implantación terrirorial, el bipartidismo les ha ganado la partida sin cambiar el sistema electoral
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Los efectos de la crisis económica de 2008 pusieron en jaque al bipartidismo. La irrupción de Podemos en las elecciones europeas de 2014 y el posterior salto de Ciudadanos a la política española (formación a la que Josep Oliu del Sabadell llamó un "Podemos de derechas") complicaron la mera alternancia entre PP y PSOE surgida con la Constitución de 1978, tanto en el gobierno del Estado como en la comunidades autónomas. El ciclo de inestabilidad se cerró en 2019 con la constitución de gobiernos locales y autonómicos de coalición casi siempre sustituyendo el bipartidismo por el frontismo de bloques. Y, finalmente, esa lógica llegó a la Moncloa. Populares y socialistas respiran porque tienen la sensación de que las aguas están volviendo a su cauce. Podemos ha pasado de revolucionario a posibilista y Ciudadanos se ha embarrado en el lodo del caudillismo hasta ser tratado por Pablo Casado casi como una sectorial más. Con todas sus imperfecciones, el sistema de partidos acostumbra ser fiel reflejo de la realidad sociológica matizada por el impacto en la representación del sistema electoral. PP y PSOE han logrado pasar este bache sin toca casi ni una coma del reparto de escaños surgido de los pactos entre Fernando Abril Martorell y Alfonso Guerra. De manera que las provincias menos pobladas siguen siendo claves para ganar, pero quedan anuladas en el Congreso de los Diputados a no ser que logren representación propia como Teruel existe. Fijémonos que tanto Ciudadanos como Podemos adolecen del mismo problema: la falta de implantación terrirorial
El declive de Ciudadanos y de Podemos tiene una víctima colateral: la regeneración democrática que necesita España como el resto de democracias parlamentarias europeas. Los de Arrimadas gobiernan sin despeinarse del brazo de los herederos de la Gürtel y los de Iglesias se han arreglado el sueldo y el coche. Ya está bien que abandonen las dosis de demagogia populista con las que nacieron. Pero alguien debe retomar el discurso de que el sistema institucional español necesita una actualización
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