Libros

De la autoedición

Las empresas que se dedican a la autoedición no hacen más que seguir alimentando la idea de que la cultura es un capricho tanto para quien pretende hacerla como para quien quiere consumirla

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jcarbo46698795 autoayuda190129133932 / DANNY CAMINAL

Isabel Sucunza

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Muchas veces, en la librería, al responder al teléfono, nos encontramos con alguien que ha escrito y publicado un libro y que quiere bien dejarnos unos ejemplares en depósito o bien reservar una fecha para presentarlo.

Hay quien llama con el discurso bien ensayado, como de vendedor de cualquier producto. Hace unos días estuve muy tentada de interrumpir a un señor que me vendía las bondades de su novela, para decirle: “Oiga, todo esto que me dice lo está leyendo, ¿no?, no está improvisando”. No pude hacerlo porque ni siquiera se detenía a tomar aire entre frase hecha y frase hecha, aunque de vez en cuando sí que utilizaba el recurso de interpelarme con los típicos “tú ya sabes cómo funciona esto” y “qué te voy a explicar yo” que alguien debía de haberle dicho que convenía introducir en el discurso para que el interlocutor no pensara que estaba hablando con un robot.

También hay quien tira por el camino del medio: “Hola, he escrito un libro y lo quiero presentar allí; ¿cuáles son las condiciones?”. Esos son de aquellos que, como ya han pagado para que les hagan el libro, no tienen ningún problema en pagar también para que les monten la fiesta de presentación. No necesitan una librería para eso, de hecho; les saldría mejor alquilar directamente un bar: se podrían quedar hasta más tarde y tendrían mucha más variedad de alcohol y música a su disposición.

El negocio de la autoedición ha crecido exponencialmente en los últimos años. Se nota porque las llamadas de este tipo se han multiplicado escandalosamente desde que abrimos la librería hace seis. Actualmente vamos a una media de tres o cuatro ofertas de libros autoeditados al día: es muy loco, por no decir desesperante.

Las empresas que se dedican a la autoedición no hacen más que seguir alimentando la idea de que la cultura es un capricho tanto para quien pretende hacerla como para quien quiere consumirla. Flaco favor.