EN CLAVE EUROPEA

Nuevos choques 'postbrexit'

El primer ministro británico, Boris Johnson.

El primer ministro británico, Boris Johnson. / periodico

Eliseo Oliveras

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Las negociaciones entre la Unión Europea (UE) y el Reino Unido sobre su futura relación económica y política comenzarán a principios de marzo desde unas posiciones totalmente contrapuestas. Por ello, será muy difícil que pueda concluirse un acuerdo comercial en los diez meses que quedan antes de que expire el 31 de diciembre el periodo transitorio del 'brexit'.

La UE aborda las negociaciones desde la posición de fuerza que le otorga disponer de un mercado de 447 millones de personas, un producto interior bruto (PIB) conjunto 5,6 veces superior al británico y una dependencia limitada del mercado británico. El Reino Unido absorbe solo el 6,8% de la suma de todas las exportaciones que realiza cada uno de los Veintisiete y el 4,3% de las importaciones totales de los Veintisiete son británicas, según Eurostat. Por el contrario, el Reino Unido destina el 47,1% de sus exportaciones a la UE, obtiene de los Veintisiete el 52,8% de sus importaciones y, por tanto, tiene una dependencia económica muy elevada respecto a la UE.

El Gobierno británico aborda las negociaciones bajo la ilusoria premisa de que el Reino Unido puede distanciarse de las normas, las regulaciones y los estándares de la UE y al mismo tiempo mantener un libre acceso al mercado único europeo sin aranceles ni cuotas. La cómoda mayoría parlamentaria lograda por el Partido Conservador en las elecciones de diciembre del 2019 y la reciente remodelación gubernamental han reforzado la estrategia de brexit duro propugnada por el primer ministro, Boris Johnson.

Desconfianza entre la ciudadanía

El Gobierno británico confía en que un futuro acuerdo comercial con Estados Unidos, que parece estar ya negociándose en secreto, compensará las eventuales pérdidas de exportaciones al mercado europeo. Pero soslaya que solo el 13,4% de las exportaciones británicas van destinadas al mercado norteamericano. Además, las condiciones que exige Washington para firmar ese acuerdo (abandono del principio de precaución y aceptación de pesticidas y productos químicos cuestionados, de transgénicos, de carne hormonada y de pollos clorados) son incompatibles con las normas de seguridad alimentaria de la UE y son rechazadas por los agricultores y los ciudadanos británicos.

Los choques fundamentales entre la UE y el Gobierno británico en la negociación del futuro acuerdo comercial son la exigencia por parte europea de que el Tribunal de Justicia de la UE desempeñe el papel de árbitro en caso de desacuerdos e incorporar un mínimo alineamiento normativo para evitar la competencia desleal británica en materia fiscal, laboral, social, financiera, sanitaria, alimentaria, subsidios, medioambiental, protección de los consumidores y protección de datos personales. Un tercer foco de disputa será el acceso europeo a los caladeros de pesca británicos, que la UE exige que forme parte del acuerdo comercial y que Londres quiere negociar anualmente.

Aunque se negocie un acuerdo comercial del modelo canadiense, debido a la proximidad geográfica del Reino Unido de la UE, los Veintisiete no pueden permitirse abrir su mercado a un país que después pueda actuar como un paraíso fiscal y financiero, y donde sus exportaciones se basen en el dumping social, los subsidios públicos a las compañías y el abandono de las reglas de seguridad alimentaria y protección medioambiental. El rechazo de Londres a aceptar un compromiso sobre “competencia en igualdad de condiciones” y su insistencia en catalogar las demandas europeas de “onerosas” y contrarias a la autonomía legal recuperada con el 'brexit' acentúan las sospechas de la UE sobre la agenda oculta de Johnson.  

Consecuencias catastróficas

Aunque el Reino Unido abandonó la UE a finales de enero, en la práctica la actividad socioeconómica y comercial sigue sin cambios gracias a la vigencia de los 11 meses de periodo transitorio. Esto crea la falsa impresión de que el vaticinado impacto negativo del 'brexit' no se ha producido, ni se va a producir, pero simplemente se ha aplazado hasta el 1 de enero de 2021. Los estudios indican que el crecimiento de la economía británica desde el referéndum del 2016 ya es inferior al que se habría registrado sin el 'brexit', con una pérdida acumulada de PIB de unos 153.000 millones de euros y el hundimiento de las inversiones empresariales a una tasa del 1% del 2016 al 2019, frente al crecimiento del 16% previo.

Durante sus 47 años como miembro de la UE, la economía del Reino Unido ha quedado estrechamente interconectada con la UE y si pierde el libre acceso al mercado europeo las consecuencias serán catastróficas. Por ejemplo, el 51% de los coches fabricados en el Reino Unido y el 60% de las piezas y componentes de automóviles se exportan a la UE y la industria automovilística británica emplea a 856.000 personas.