Opinión | Editorial

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Momento decisivo para el aeropuerto de El Prat

Barcelona no se puede permitir frenar el desarrollo de sus conexiones internacionales mientras Barajas crece sin cortapisa alguna

La Ricarda, junto al aeropuerto de El Prat.

La Ricarda, junto al aeropuerto de El Prat. / JORDI COTRINA

Los aeropuertos de El Prat y Barajas se encuentran en un momento en que las decisiones que se tomen en un futuro muy inmediato marcarán qué rumbo seguirán durante las próximas décadas. El aeropuerto de Barcelona ya ha superado en el 2019 los 52 millones de viajeros, acercándose a los 55 millones de capacidad teórica. Es casi inevitable que en el año 2026 llegue a un punto definitivo de saturación. Mientras, Barajas ha alcanzado los 62 millones de pasajeros, cuando su capacidad actual se limita a los 70.

La indisimulada opción de gobiernos anteriores por convertir el aeropuerto de Barajas en el único 'hub' de enlaces internacionales de España fue la principal amenaza en algunos momentos para el crecimiento del aeropuerto de El Prat. Pero ni las administraciones ni el tejido empresarial catalán aceptaron entonces que Barcelona se tuviese que resignar a disponer de un aeropuerto subsidiario.  Hoy, la política de inversión en infraestructuras del actual Ejecutivo apuesta por el desarrollo integral de la red aeroportuaria, y prevé la inversión de 1.500 millones de euros para que Barajas y El Prat estén en condiciones de acoger, respectivamente, 80 y 100 millones de pasajeros al año.

El riesgo que sobrevuela esta vez sobre el futuro del aeropuerto de Barcelona es otro. Las facilidades orográficas y la predisposición de las administraciones a despejar de trabas los proyectos de ampliación hacen que el aeropuerto madrileño pueda planear su futuro sin limitaciones. El caso de El Prat es distinto. Encajado entre el mar, espacios naturales protegidos y zonas residenciales, la Generalitat y las administraciones locales afectadas se enfrentan a una seria disyuntiva. No alterar la situación actual implicaría asumir un estancamiento en la capacidad operativa de El Prat, limitando sobre todo su condición de 'hub', con costes futuros para la competitividad de todo un tejido económico que depende de disponer de un aeropuerto eficiente y bien conectado internacionalmente. Si se quiere apostar por un equipamiento clave para el futuro del país será obligado, en cambio, un reajuste en la planificación del territorio que intente contemplar todos los intereses implicados, tanto los ambientales como los económicos.