El ritmo de la literatura

En voz alta

No hemos aceptado todavía que la lectura de prosa puede ser tan interesante como un recital de poesía

Participante del 14 Certamen Nacional de Lectura en Veu Alta.

Participante del 14 Certamen Nacional de Lectura en Veu Alta. / periodico

Jenn Díaz

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Llegó un momento en que, en la escritura, me interesó más el ritmo que el argumento. Y no tanto el vocabulario como la musicalidad de las palabras. Y desde entonces pongo y quito comas de mis textos según el día, con un solo criterio: que la puntuación obedezca solo a cuestiones de respiración y de cadencia. Por eso una vez tengo listo un texto, procuro leer en voz alta, para ver qué entonación le doy, cómo suena ese texto, y si se acerca más a la oralidad que a una pieza estrictamente escrita para ser leída mentalmente.

La diferencia entre un poema masticado entre dientes o recitado es abismal, y quizá con la prosa no hemos hecho este ejercicio colectivamente. Por eso, cuando hace algunos años, Sandra Pareja me propuso leer un fragmento extenso de mi última novela en Encuentro Albor, me lancé. Durante media hora, en el Pipa Club, sentada en una silla, sin atrezo de ningún tipo, leí un montón de páginas. Elegí bien el momento de cerrar el texto para que fuera independiente y funcionara como lectura única, y volví a mi lugar entre el público.

El otro día volví a un Encuentro Albor, esta vez en la librería Calders y como espectadora, y me lo volví a preguntar: ¿cómo es que todavía no hemos normalizado la lectura más o menos dramatizada, con más o menos acierto, de novelas o relatos? ¿Cómo es que seguimos empeñados en hacer presentaciones de libros y clubs de lectura pero no hemos aceptado que la lectura de prosa puede ser tan interesante como un recital de poesía?

Las lecturas de Irene SolàHernán Díaz y Gabi Martínez en La Calders me hicieron pensar, porque es evidente que la lectura íntima, solitaria y personal que hacemos de sus obras puede coincidir o no con la lectura en voz alta que hacen sus autores que, en definitiva, son los que decidieron todo. Por no decir que, después de escucharlos, una ya tiene la sensación de que ha empezado a leer el libro y que lo único que tiene que hacer es seguir en casa. Ahora sí, con la propia respiración.