Análisis

Barcelona sin el Mobile

La cancelación del MWC lanza una advertencia: parece evidente que el congreso de moviles no resultaba tan indispensable para las grandes compañías tecnológicas

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Jordi Alberich

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Finalmente, se ha oficializado lo que se percibía inevitable y, pese a las llamadas al sosiego de organizadores y autoridades, el pánico se ha impuesto. Curiosamente, la hiperconectividad de este mundo globalizado, que enaltece la razón, ha resultado el medio idóneo para que un sentimiento tan irracional como el pánico, se extendiera por todo el mundo, hasta forzar la suspensión del encuentro mundial del colectivo que, precisamente, mayor culto rinde a la tecnología.  Así, lo sucedido va mucho más allá de lo que en sí mismo puede representar el aplazamiento de un congreso, por importante que este sea. Además, lanza una advertencia que Barcelona no puede desoír.

En este sentido, parece evidente que el Mobile World Congress (MWC) no resultaba tan indispensable para las grandes compañías tecnológicas. Ellas, y el denominado sector de las TIC en general, encontrarán otros mecanismos para compartir las innovaciones del año. Aún más dada su propia personalidad que, soportada totalmente en internet, viene a sustituir la relación personal y la intermediación, facilitando el recurso a instrumentos distintos a los de un congreso tradicional. De alguna manera, el MWC no necesita de Barcelona e, incluso, las TIC no necesitan del MWC.

Por otra parte, el dramatismo de estas semanas, y la incapacidad por asumir que todo conducía irremediablemente a la cancelación, refleja cómo de determinante resulta el MWC para Barcelona. Además de la propia dimensión del congreso, que atrae a 100.000 profesionales de todo el mundo, la ciudad se aferra al MWC como su mejor, cuando no única, proyección al mundo, Messi aparte.

Quizá estemos en el momento idóneo para, lejos de lamentaciones innecesarias y estériles, valorar el creciente grado de dependencia de una brillante iniciativa que viene de lejos, de los tiempos de Jordi Hereu como alcalde en el ya lejano 2006. Las herencias cuantiosas tienden a prolongarse en el tiempo, pero ya va siendo hora de que Barcelona recupere una voz propia en las grandes dinámicas globales de un mundo abierto que se articula, precisamente, alrededor de las grandes metrópolis.

Finalmente, una referencia a China. Desde hace años, especialmente desde la celebración de sus JJOO en el 2008, una parte de nuestras élites económicas se siente fascinada por China. Ese régimen autoritario capaz de crear un capitalismo que, amparado por una férrea dictadura política, genera un enorme crecimiento económico a corto plazo, llegando a cuestionar la necesidad de la democracia para satisfacer las necesidades de los ciudadanos. Una lectura tan simple como interesada de un modelo con unas carencias extraordinarias, que el coronavirus ha evidenciado con toda crudeza.  Más allá de consideraciones acerca de su origen y propagación, estamos ante un ejemplo miserable de cómo se ha negado la evidencia, sancionando a quienes advertían del desastre que se venía encima. Confiemos en albergar pronto el MWC pero, mientras, superemos la dependencia del mismo, y dejemos de mirar a China.