Análisis

Debatir para cambiar y no para ganar

Convocar elecciones podría ayudar a desbloquear la situación. Y el debate de presupuestos previo puede destensar el maniqueísmo y la sobregesticulación de los últimos días

Torra anuncia elecciones tras los presupuestos

Torra anuncia elecciones tras los presupuestos. / periodico

Berta Barbet

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En 2016, cuando Barack Obama hizo unas declaraciones pidiendo una España unificada que de alguna manera confirmaban que EEUU no apoyaría las peticiones del independentismo catalán, Artur Mas respondió diciendo que España podía estar unificada sin Catalunya. Las declaraciones de Mas no cambiaban el escenario, ni mejoraban en nada las opciones de que EEUU apoyara la causa independentista, pero fueron muy aplaudidas entre muchos simpatizantes del independentismo. Con sus declaraciones, Mas no mejoró la realidad, pero si permitió que el independentismo no tuviera que frustrarse ante esta realidad. Les dio un espacio para sentirse bien ante un líder capaz de responder tan bien, con tanta elocuencia.

Mas y su forma de hacer política son ya poco relevantes para entender lo que ocurre hoy día en Catalunya, pero esta legislatura catalana me estoy acordando bastante de este episodio y la frustración que me generó. La legislatura no ha servido en nada para cambiar la realidad. No ha mejorado en nada ni las opciones del independentismo de conseguir la independencia, ni las opciones de Catalunya de cerrar el conflicto abierto que vive en el tema nacional. No hay proyectos, o no hay proyectos viables con las herramientas y mayorías existentes.

Falsa sensación de victoria

Esto no ha impedido que tengamos debate. Pero ha generado un debate consistente en no desaprovechar ninguna oportunidad de soltar una frase elocuente que diera una falsa sensación de victoria a los propios. El debate ha dejado de ser un debate enfocado a contraponer distintas visiones de la realidad y las formas de cambiarla. Ha pasado a ser un debate en el que lo único que es importante es qué hábil eres a la hora de dejar en evidencia a tu contrincante, qué capaz eres de soltar una frase rimbombante que dé sensación de haber ganado el combate dialéctico.

El debate de esta semana no ha sido más que la enésima versión de esta dinámica. Una dinámica que ya vivimos con la posible investidura de Puigdemont, o con las reacciones a la sentencia del Tribunal Constitucional. Una dinámica en la que la realidad y las posibilidades de cambiarla son irrelevantes, solo importa ganar el titular bueno del día después. Dejar al contrario en evidencia. Decir algo que suena mejor que el opositor.

El problema es que mientras todo esto pasa la realidad sigue existiendo. Y en muchos casos no ha parado de empeorar. Más allá del actual debate vacío, la realidad está golpeando duramente a ciertos grupos y colectivos. Unos colectivos que, probablemente vean el debate actual con frustración y con la convicción de que la política no va con ellos.

Convocar elecciones podría ayudar a desbloquear la situación. Y el debate de presupuestos previo puede destensar el maniqueísmo y la sobregesticulación de los últimos días. Pero nada de esto servirá si no se acompaña de un compromiso de cambiar la dinámica del debate. Es importante que volvamos a hablar de propuestas que tengan un impacto. Que dejemos de debatir a base de frases bonitas que no tienen proyecto político a desarrollar detrás.