Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Las mejor y peor vestidas de los Goya

Premio Goya

Premio Goya / periodico

En esta gala de los Goya, una vez más, vamos a ver la lista de las peor y mejor vestidas. Y ya les puedo ir avisando de que el criterio de todos los años se repetirá. Con alguna excepción, la lista de las mejor vestidas la coparán mujeres extremadamente delgadas y muy visibles. Esto es: o este año optaban a algún premio o bien son actrices de «la lista A»  (las más conocidas y cotizadas del país). Las peor vestidas serán  mujeres más mayores y menos visibles, y también mujeres que superen la talla 40.

Quiero que ustedes recuerden el caso de la famosa foto de las hijas de Zapatero, que aparecieron en una imagen junto al presidente Obama cuando tenían 13 y 16 años. Ahora,  quiero que busquen otras fotos de Alba y Laura. Antes y después de esa foto. Oh, sopresa. No, nunca fueron góticas.

Cuando una mujer sabe que va a ser retratada en un acto importantísimo, lo normal es que acuda a un 'showroom' o a una estilista. El 'showroom', la casa de moda, la estilista, le presta el traje (a veces incluso lo regala) a cambio de la publicidad que supone la foto. Pues bien, Alba y Laura no son delgadas. Y las casas de moda muchas veces no hacen ropa por encima de la talla 42. Lo único que la estilista encontró fue un vestido de Issey Miyake, el 'Fête black' del 2009, que se puede usar en cualquier talla. Y no encontraba zapatos porque, como sabemos las mujeres de talla grande, es muy difícil encontrar zapatos de tacón que se ajusten a nuestro pie. El 'Fête black' en una mujer delgada nos parece elegantísimo (pueden ustedes buscar fotos). En una mujer ancha y grande nos parece un horror.

De forma que antes de ir a los Goya las actrices han pedido prestado un traje. Si tienen la talla 38, han encontrado algo. Si no, no. Por eso, mujeres como Myriam Díaz Aroca, Rozalén, Adriana Ozores, Inma Cuesta, Juliete Binoche, Natalia Seseña,  Rossy de Palma… (todas ellas en una talla 42, la talla media de la mujer española) entran en la lista de peor vestidas.

En una mujer 
delgada, el ‘Fête 
black’ nos parece 
elegante. En una 
grande, un horror

Probablemente han pagado ellas mismas su vestido, y no llevan un modelo de 20.000 euros. Pero es que además sucede lo que ya sucedió con las hijas de Zapatero:  un vestido que consideraríamos elegantísimo en una mujer delgada lo vemos fuera de tono en una mujer que no lo sea.

«Una modelo tiene que ser delgada porque el traje sienta mejor», afirma el fotógrafo de moda Manuel Outumuro. «Los diseñadores trabajan con delgadas porque quieren vestir el éxito, y el éxito hoy está vinculado a la delgadez», reflexiona Laura Eceiza, socióloga de moda. 

Hablando de sociología, en el artículo de la semana pasada les hablaba de la teoría del impacto directo de Lazarsfeld y de lo no dicho de Foucault. De cómo no hace falta decir las cosas de manera directa y de cómo el mensaje cala mejor cuanto más subliminal sea. Las listas de mejor y peor vestidas son una lección de gordofobia y clasismo bien camuflados. Y de etnocentrismo de clase (otro término que usé hace dos semanas, éste es de Bordieu): consideramos «elegante» lo que prescribe la clase alta, la autoridad, el discurso hegemónico (que diría Gramsci).

Por lo tanto es elegante lo que prescriben determinados medios: lo que es caro. Porque consideran elegante el modelo caro, y no el barato. Porque es más caro mantenerse delgada que no hacerlo: los nutricionistas y los gimnasios cuestan dinero, es mucho más asequible una dieta a base de pasta, arroz y patatas que una dieta ecológica o hiperproteica, y el gimnasio supone dinero y tiempo, algo de lo que carecen las clases trabajadoras. 

Porque la imposición de la llamada «elegancia» es otra manera, casi invisible, de ejercer la discriminación de clase.