Dilema deportivo

¿Quién teme a Caster Semenya?

La superioridad génetica de la atleta sudafricana la hace imbatible. Y una competición deportiva sin una mínima igualdad no es propiamente una competición

Ilustración de María Titos

Ilustración de María Titos / periodico

José Luis Pérez Triviño

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No es infrecuente señalar que vivimos en un mundo sin principios morales, pero no es tan así. Más bien estamos rodeados de 'demasiados' principios y no están precisamente bien ordenados al carecer de una jerarquía estable entre ellos que nos permita tener una guía de instrucciones que solucione todos los dilemas a los que nos enfrentamos. No es fácil priorizar. ¿Es siempre el caso de que la protección de la intimidad triunfe sobre el derecho a la información o a la inversa? Lo mismo ocurre con la dignidad respecto a la autonomía, el orden público con relación a la libertad de expresión, y así podríamos seguir con la lista de dilemas a los que se ven abocados los principios.             

En el deporte sucede algo parecido, aunque este sea un ámbito más reducido. No es siempre sencillo ordenar y hacer compatibles los principios que se tratan de proteger en la competición: la igualdad, la salud, el derecho a competir. A esta situación trágica, en el sentido de tener que elegir un principio sobre otro y que este quede sin efecto o con eficacia reducida, se llevan enfrentando desde hace algunos años las autoridades del deporte respecto a <strong>Caster Semenya</strong>. ¿Cómo se debe afrontar su hiperandrogenismo, una particularidad genética que provoca un mayor grado de testosterona y que le concede una ventaja atlética sobre sus competidoras como así ha sucedido durante estos últimos años? Muchas de sus rivales lo tienen claro. No pueden competir con ella (sobre todo en los 800 metros) pues con esa superioridad genética es imposible derrotar a la atleta sudafricana. Es como si estuvieran compitiendo contra un hombre. Y una competición deportiva sin una mínima igualdad no es propiamente una competición.

Pero, por otro lado, está el derecho a competir de Semenya. Ella es una mujer, por mucho que su apariencia externa haga pensar a algunos que tiene aspecto de hombre. Es mujer y se siente como tal. ¿Cómo impedirle 'justificadamente' competir? Su hiperandrogenismo no es algo que ella haya decidido sino que es una particularidad que le ha venido dada por la lotería genética y que su cuerpo produce naturalmente… igual que Michael Phelps tiene un pie que parece una aleta o los atletas keniatas unos músculos adaptados para la media distancia. Si estos, a pesar de su fortuna en la lotería genética, pueden participar tal y como son, ¿por qué no lo puede hacer Semenya?

Dopaje inverso

En su empeño por competir como cualquier otra mujer, Semenya recurrió la normativa de la Federación Internacional de Atletismo ante el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS), quien recientemente dictó un laudo en que se le permitía competir… pero condicionalmente: siempre y cuando se sometiera a un tratamiento médico que le redujera los nanomoles y así rebajar la ventaja que le daba su mayor grado de testosterona. Dicho en otras palabras, lo que está proponiendo el TAS es un dopaje inverso, el recurso a un tratamiento artificial pero con el propósito no de mejorar el rendimiento de la atleta, sino para reducirlo. Ahora bien, esta no es precisamente una intervención inocua -una píldora que se utiliza normalmente con fines anticonceptivos-, sino que puede suponer riesgos para la salud de Semenya.

Semenya no ha aceptado sufrir la humillación de ver puesta en duda su condición de mujer

Obligado a decidir entre la protección de la salud y la igualdad en la competición, parece que la Federación Internacional de Atletismo y el TAS han optado por priorizar el segundo principio, y con ello, siempre contando con el consentimiento de Caster Semenya, también preservar el derecho a competir de Semenya, pues no hay propiamente una prohibición.

Ahora bien, esto último es lo que Semenya no ha aceptado: que deba someterse a una intervención médica no exenta de riesgos, pero, sobre todo, que deba sufrir la humillación de ver puesta en duda su condición de mujer. Para ella, su derecho como persona y como mujer, como también su salud, prevalece frente a la idea de la Federación Internacional de Atletismo de cómo debe ser una competición justa. Y es por ello que, ante la última decisión del Tribunal Federal Suizo que le obliga a rebajar los niveles de testosterona si quiere participar, no se ha arredrado: continuará defendiendo en los tribunales su derecho a participar en las pruebas atléticas sin condicionantes impuestos en los despachos. Mientras tanto, su decisión es jugar al fútbol en un equipo sudafricano y en una liga femenina, en la que el resto de integrantes no le ha puesto obstáculos (por ahora).