Precariedad laboral
La 'Gig economy' lo abarca todo
El modelo digital de puestos de trabajo líquidos está contaminando al resto de los empleos tradicionales
Josep-Francesc Valls
Catedrático de la URL
Josep-Francesc Valls
La nueva economía ha generado el concepto de 'gig economy' ('Gigged, the end of the job and the future of work', Sarah Kessler, St. Martin's Press, 2018). En la era digital, los trabajos cada vez resultan más líquidos, según el concepto acuñado por Bauman. La economía gig, del “bolo”, toma el nombre de las contrataciones eventuales de los artistas y de los músicos, que perciben solamente por las horas trabajadas, por las actuaciones realizadas. Se paga la tarea específica. La hora de trabajo. La aportación puntual, desentendiéndose del resto. Desaparece la vieja concepción del trabajo, nacida en la revolución industrial, asociada a una jornada, con derechos laborales, sociales, de carrera y personales. Todo ello ha sido fruto de la mejora de la productividad y ha resultado un Estado del bienestar por lo que se frotarían los ojos los sindicalistas de las primeras Internacionales.
En la era digital florecen los emprendedores y directivos que se enriquecen justamente con sus innovaciones y se han convertido en los nuevos iconos contemporáneos. Junto a ellos, y como consecuencia de los innovadores modelos de negocio, se genera un nuevo modelo de trabajo. El resultado es que numerosos empleados en las aplicaciones digitales trabajan un número de horas similar a una o dos jornadas percibiendo menos de lo que se considera un salario digno. Tiende a desaparecer la relación laboral para convertir al trabajador en un proveedor externo a la empresa. En el camino, se han evaporado la seguridad en el puesto de trabajo con visión a más largo plazo, la carrera profesional, las prestaciones sociales que financiaban conjuntamente la empresa y el trabajador y que ahora debe cotizar éster en solitario. Y de paso, desaparecen determinadas protecciones sociales que tienen que ver con la eventualidad de enfermar, las vacaciones, la conciliación…
Pues bien, el modelo digital de puestos de trabajo líquidos está contaminando al resto de los trabajos tradicionales. De modo que nos podemos encontrar ante situaciones cada vez más habituales como que determinados profesionales se vean impulsados a complementar su salario a base de propinas implícitas y exigidas. Claro que no está bien que un repartidor de butano exija a un pobre usuario una remuneración por un servicio adicional como es subirle la bombona a un piso sin ascensor.
En este tránsito de la economía tradicional a la digital, el puesto de trabajo tiende a fórmulas cada vez más autónomas e independientes. Teniendo en cuenta que vamos hacia este escenario, la legislación laboral llega, pero avanza muy lentamente, como hemos visto en los casos de los 'riders' de Glovo o de Deliveroo. Debe mantener vinculaciones del trabajador con la empresa que introduzca la garantía de salarios justos por trabajo realizado, además de determinados beneficios sociales. Esto evitaría que, en momentos de productividad elevada –y vamos a mucho mayor-, sigan bajando los salarios mientras las rentas del capital aumentan. La productividad es fruto del tesón de los empresarios y directivos, y del esfuerzo de los trabajadores. No devaluemos el talento.
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