Elecciones en el Reino Unido

Fin de la incertidumbre: 'Habemus brexit'

Los británicos han dicho que están cansados de debates que no llevan a ningún lado. Ahora le toca a la clase política trabajar para resolver los problemas de la gente y dejar de perderse en un laberinto identitario

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Ruth Ferrero-Turrión

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Se han celebrado elecciones en el Reino Unido y varias son las consecuencias que se pueden extraer del resultado. La primera, habrá acuerdo de salida del 'brexit'. Parece que, efectivamente, los británicos han votado por la salida de la UE, a la luz de los abrumadores resultados obtenidos por el candidato conservador. La amplia mayoría conquistada por Boris Johnson, que alcanza los 365 escaños, le va a permitir aprobar, de manera holgada, el acuerdo de salida el próximo 31 de enero. Pero no solo eso, la gran ventaja conseguida deja en la irrelevancia al sector 'tory' más radical y euroescéptico, aquel que, durante el Gobierno de May, bloqueó de manera incansable cualquier acuerdo con los Veintisiete. Los 39 escaños por encima de la mayoría absoluta hacen que Johnson goce del margen suficiente en la Cámara para negociar el acuerdo de salida en los términos que él decida, lo que, seguramente, lleve a una salida suave de la UE.

La segunda consecuencia de estas históricas elecciones es la consolidación de la fractura territorial del Reino Unido. Los resultados en Escocia no hacen presagiar un futuro tranquilo para el Gobierno conservador. No sería descartable en absoluto la celebración de un segundo referéndum en Escocia, territorio que no quiere abandonar el marco europeo y que ha visto refrendada esta posición por mor de los resultados obtenidos por el Partido Nacionalista Escocés, que con 48 diputados mejora sus resultados previos en los Comunes, a costa de liberales y laboristas. Por su parte, en Irlanda del Norte el resultado electoral otorga por vez primera en la historia un número mayor de diputados a favor de la unión con Irlanda que con el Reino Unido. Desde luego un escenario poco alentador.

Derrota laborista

La tercera es, sin duda, la debacle electoral de Corbyn y el laborismo, que ha perdido 42 escaños respecto a la anterior elección, y que ha cosechado el peor resultado de su historia desde los años 30 del siglo pasado. Se abre ahora la cuestión de la sucesión en el marco del partido, una sucesión que será tutelada por Corbyn y en la que habrá un más que probable debate sobre la posición ideológica a adoptar por el laborismo, una suerte de Blair versus Corbyn, tercera vía social-liberal frente socialdemocracia clásica. De este modo el laborismo se suma a la ya larga lista de debacles socialistas europeas, un 'trending topic' en muchos países de la UE. Quizá el Reino Unido no es tan diferente como se cree.

Así, por un lado, Johnson ha ganado gracias a un discurso asertivo y contundente 'Get brexit done' que apelaba a lo emocional y al cansancio de la ciudadanía británica. Estas elecciones se plantearon como un segundo referéndum de 'brexit', algo que, es obvio, Corbyn no supo o no quiso entender. Los 'brexiters' han votado en bloque, los 'remainers' no han encontrado un referente claro y han divido su voto entre laboristas y liberales, lo que les ha hecho perder peso político en un sistema electoral mayoritario como el británico, donde “first-takes-the-post” o el primero se queda con todo. La indecisión en las posiciones hacia la UE ha hecho que el laborismo pague cara su jugada. Ha ganado el hastío a la duda.

El discurso identitario sostenido sobre el etnonacionalismo ha vencido, de nuevo, al discurso social. A pesar de la excelente campaña electoral realizada por el laborismo articulada sobre un discurso eminentemente de izquierdas, progresista, que apelaba a la razón, y que, en ocasiones hacía recordar a los primeros años de la posguerra mundial, los británicos imbuidos de una tendencia que parece imparable en toda Europa han votado con la 'rauxa', con el cansancio, con el hartazgo.

A pesar de todo, quizá esta haya sido la mejor solución. Poner fin a la incertidumbre. Comenzar a trabajar, no cantar victoria, recomponerse de las derrotas, armar estrategias. Los británicos han hablado y han dicho que están cansados de debates que no llevan a ningún lado. Quieren pasar página. Ahora le toca a la clase política británica trabajar para resolver los problemas de la gente y dejar de perderse en un laberinto identitario que lo único que hace es distraer de lo realmente importante.

Mientras, en el continente se respira alivio. Ya se sabe que sucederá el 31 de enero. Como si de un videojuego se tratara, pasamos a la siguiente pantalla. A partir de ahí vendrán, seguro, meses de dura negociación, pero al menos ya se estará negociando no la salida sino el cómo trabajar conjuntamente.