Análisis

La hora de la verdad para Macron

Las protestas contra la reforma de las pensiones servirán para evaluar la capacidad política del presidente Macron en el ecuador de su mandato

El presidente francés, Emmanuel Macron, durante la rueda de prensa conjunta con su homólogo chino, Xi Jinping, esta semana, en Pekín.

El presidente francés, Emmanuel Macron, durante la rueda de prensa conjunta con su homólogo chino, Xi Jinping, esta semana, en Pekín. / periodico

Rafael Jorba

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La protesta contra la reforma de las pensiones es el gran test del presidente Macron. La hora de la verdad en el ecuador de su mandato. Macron se presentó a las presidenciales de 2017 como el outsider que sería capaz de desbloquear Francia y de acometer las reformas con las que chocaron sus predecesores. El primer intento fallido lo protagonizó en 1995 Alain Juppé, entonces primer ministro de Jacques Chirac, que tuvo que dar marcha atrás en la revisión de los llamados 'regímenes especiales' de los funcionarios y trabajadores del sector público.

En este contexto, más allá de la reforma del régimen de pensiones, está en juego la capacidad política del presidente Macron para consolidar su perfil reformista frente a sus predecesores, de Jacques Chirac a François Hollande, a los que sitúa en el “viejo mundo” de los partidos tradicionales (neogaullismo y socialismo). El expresidente Hollande lanzó recientemente un torpedo contra la línea de flotación de Macron: “El viejo mundo tiene un nombre: se llama democracia, con los partidos, los sindicatos, un parlamento, la prensa (…) No comparto la idea de que todo debe desaparecer y que basta con tener las redes sociales”.

Paradójicamente, el gran déficit de Macron es precisamente el proyecto de En Marcha, el movimiento que le encumbró a la presidencia de la República y que se gestó a imagen y semejanza de una 'startup' de la nueva política. Ahora, tras dos años y medio en el Elíseo, carece de los llamados “poderes de intermediación” y el resultado es que entre el presidente y los ciudadanos existe un inmenso vacío. Se visualizó ya en la crisis de los “chalecos amarillos”, con un gobierno sin base municipal para atajar aquel movimiento de cólera de la Francia rural. Y se está viendo también ahora en las protestas contra la reforma de las pensiones, con un presidente sin anclajes en el mundo sindical.

Si para los 'chalecos amarillos' Macron era el 'presidente de las ciudades', para los asalariados representa el 'presidente de los ricos'. Su trayectoria avala este diagnóstico: ‘enarca’ (alumno de la Escuela Nacional de Administración), inspector de finanzas, gestor de la banca Rothschild, asesor del presidente Hollande y ministro de Economía. Macron llegó a la presidencia sin haber desempeñado antes ningún cargo por elección, algo inusual en la vida política francesa donde la mayoría de candidatos esgrimían su tarjeta de visita de “diputado-alcalde”.

Cuando la vieja política está en horas bajas, el hecho de ser un 'outsider' juega a favor de Macron. Se da la circunstancia de que Macron comparte con Donald Trump -ambos se han cruzado duros reproches en la reciente cumbre de la OTAN- el hecho de haber llegado a la presidencia sin haber sido antes políticos electos. El populismo de bajos vuelos de Trump se corresponde con el populismo ilustrado de Macron. También ese populismo ilustrado evitó, de puertas adentro, que una populista de extrema derecha -Marine Le Pen- ganara las presidenciales del 2017. Si Macron fracasa, Le Pen espera su hora de la verdad.