El laberinto catalán

¿Cavar trincheras o construir puentes?

Urge abandonar la lógica mayoritaria y apostar por una lógica consensual que haga posible que la mayor parte de la sociedad pueda sentirse, al menos, mínimamente satisfecha con el resultado de un acuerdo

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Astrid Barrio

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Una de las principales consecuencias del proceso soberanista ha sido la adopción de una lógica mayoritaria, lo advertía en esta misma sección a las puertas de las elecciones del 27-S. Desde entonces ha llovido mucho, y esa lógica sobre la que alertaba ha sido aplicada por el independentismo con resultados funestos. Lo hizo el 6 y el 7 de septiembre del 2017, cuando traspasaron tanto en la forma como en el fondo todas las barreras del Estado de derecho utilizando una mayoría parlamentaria no solo para aprobar unas leyes que acababan con la supremacía de la Constitución y del Estatut d'Autonomia, sino también desdeñando los derechos de la minoría. Y lo volvió a hacer el 27 de octubre, cuando declararon una independencia avalada por una mayoría parlamentaria pero no por una mayoría social.

Desde entonces el independentismo busca, según sus propios términos, ampliar la base para seguir aplicando esa lógica mayoritaria pero gozando de una mayor legitimidad. Y lo mismo puede decirse de una parte del mal llamado constitucionalismo unionismo, es decir, de Ciudadanos y el PP y de los que ahora, con gran oportunismo, buscan hacerse un traje a medida con los restos del naufragio ciudadano, que, al igual que el independentismo, buscan vencer e imponer un punto de vista que también ignora a una parte muy sustancial de los catalanes.

Sociedad dividida

Pero, en realidad, la sociedad catalana es mucho más plural en lo relativo a sus predilecciones respecto al encaje de Catalunya en el resto de España que lo que pretenden los bloques que tienen paralizada la vida política catalana y, por extensión, la española. Así lo revela el reciente estudio ‘Percepción sobre el debate territorial en España’ encargado por el Centre d'Estudis d'Opinió, cuyos datos son del todo congruentes con los que aportan los barómetros de opinión que dicha institución realiza periódicamente. Interrogados acerca de cómo debería ser la relación de Catalunya con España, el 37,4% de los catalanes considera que Catalunya debería ser un estado independiente, el 27,4% cree que debería ser una comunidad autónoma, el 21,5% que debería ser un estado federal mientras que solo el 9,5% cree que debería ser una región de España.

No hay aquí ninguna mayoría que ampare la independencia ni tampoco el 'statu quo'. En cambio, sí que hay una amplia mayoría, el 62,4%, que considera que Catalunya dispone de un nivel insuficiente de autogobierno y más del 70% cree que esa cuestión debería resolverse por medio de una reforma constitucional.

En una sociedad como la catalana, tan dividida en cuanto a preferencias políticas, profundizar en una perspectiva mayoritaria solo puede conducir a elevar la frustración y a erosionar la convivencia y la paz social, circunstancias que a la larga pueden amenazar el mantenimiento de la democracia, que nunca debe darse por descontada. Urge, por tanto, abandonar la lógica mayoritaria y apostar por una lógica consensual que haga posible que la mayor parte de la sociedad pueda sentirse, al menos, mínimamente satisfecha con el resultado de un acuerdo, y que este no resulte inasumible para nadie. Un acuerdo que necesariamente implicará renuncias por parte de todos y que solo será posible si desde ya se deja de cavar trincheras, por muchos réditos electorales que pueda dar la polarización a algunos partidos, y se empiezan a construir puentes.

Contribuir a la reconciliación

La legislatura catalana agoniza por la división interna y por la ausencia de presupuestos y de proyecto. Las incógnitas son cuándo se convocarán las elecciones, habida cuenta de las múltiples variables que pueden alterar las expectativas de Junts per Catalunya y de ERC, como la posible inhabilitación de Quim Torra o una eventual inmunidad de Carles Puigdemont, y si esas expectativas pueden alentar el 'no' de ERC a la investidura de Pedro Sánchez y acabar precipitando unas nuevas elecciones en España.

Tales perspectivas deberían alentar a todos aquellos que creen que en el conflicto catalán nadie puede ganar y todos tenemos mucho que perder a pasar a la acción y a cooperar para presentar una alternativa política a las próximas elecciones al Parlament que permita superar la política de bloques. Una alternativa con vocación de gobierno basada en la irrenunciable defensa de Catalunya y de sus ciudadanos, en el ejercicio pleno del autogobierno y en la lealtad institucional y que contribuya a la reconciliación entre catalanes, sin preguntar a nadie de dónde viene sino a dónde quiere ir, que no puede ser otro sitio que a construir desde hoy mismo el país del mañana.