LA CLAVE

El espíritu de Júlia y Torra

Júlia se va de la ciudad aterrada por las barricadas en llamas ante la puerta de su casa, mientras Torra corta una autopista con una columna que marcha hacia Barcelona. Júlia y Torra dibujan el espíritu de la época

zentauroepp50418291 pol191016200118

zentauroepp50418291 pol191016200118 / periodico

LUIS MAURI

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Júlia pasó miedo la noche del martes en Barcelona. Mucho miedo. Había barricadas en llamas a la puerta de su casa. Los radicales independentistas destrozaron el contador de la luz y la finca quedó a oscuras. El resplandor de las hogueras se colaba por las rendijas de las persianas y danzaba sobre las paredes del piso. En la calle, unos encapuchados clavaban la mirada en el balcón de Júlia.

Júlia es una persona célebre. Por eso en este artículo se llama Júlia. Su nombre real es otro. Quizás el sexo también. Esa noche estaba sola en casa y el corazón se le quería salir por la boca. La luz no volvió hasta la mañana, pero Júlia siguió sumida en la oscuridad. Siente que le han robado su ciudad. Por la mañana, escuchó en la panadería una broma. Alguien celebraba haber tenido una verbena de Sant Joan en octubre. Júlia sintió un escalofrío. Regresó a su casa presa de un ataque de ansiedad, embutió cuatro cosas en una maleta y se marchó de Barcelona.

Hay historias mínimas que condensan con gran plasticidad la esencia de un momento histórico. El espíritu de la época, eso que los alemanes despachan con una sola palabra: zeitgeist. Mientras Júlia se alejaba en coche de Barcelona, Torra marchaba a pie por la AP-7 hacia la ciudad con una columna independentista. El país está patas arriba, el Govern está dividido sobre cómo deben actuar los Mossos ante las protestas nacionalistas (y sobre todo lo demás), Buch tarda casi siete horas en librarse de las presiones de algunos colegas y del 'president' antes de anunciar que..., ¡respalda a su policía! La noticia sería lo contrario, ¿o no? Cosas del zeitgeist. Entre tanto, Torra no está en su despacho, sino cortando una autopista.

"Es fantástico ver al pueblo movilizado, es emocionante", celebra Torra sobre el asfalto. No condena los disturbios de los CDR, a los que tanto mima y alienta, ni avala a los Mossos, su policía. Solo muchas horas después, a medianoche, forzado por las llamas del Eixample, condenará la violencia, y la achacará exclusivamente a "provocadores infiltrados". No añade "españoles", no. Juntos, Júlia y Torra componen el espíritu de la época.