LA CLAVE

Sin noticias de la autocrítica

Tras el fracaso del 'procés', los nacionalistas pragmáticos lamentan su orfandad de un proyecto político útil. Este es el concepto. Útil. Socialmente útil. ¿Qué, de todo esto, ha sido útil para la sociedad?

Pancarta a favor de Carles Puigdemont el pasado 2 de julio en Estrasburgo

Pancarta a favor de Carles Puigdemont el pasado 2 de julio en Estrasburgo / REUTERS / Vincent Kessler

LUIS MAURI

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La autocrítica nunca ha sido fácil. Cuesta, para qué negarlo. Y cuanto más elevada es la posición del interpelado, más cuesta. El veterano socialista catalán Raimon Obiols solía deslizar en sus discursos un dardo a cierta izquierda absolutista: "Hay que reconocer que siempre están prestos a hacer autocrítica. Te cogen y te-la-hacen." Ecos siniestros de la noche estalinista y de la Banda de los Cuatro.

A Obiols se-la-hicieron dos veces, la autocrítica. Primero, a golpes y al grito de "¡Mateu-lo, mateu-lo!" Era el 30 de mayo de 1984 y una turbamulta nacionalista asediaba el Parlament, enfurecida porque la Fiscalía había osado abrir una investigación a su líder, Jordi Pujol, por la quiebra de Banca Catalana. Diez años después, en 1994, se-la-hicieron los jóvenes capitanes, exasperados por el elitismo de la dirección del partido y, sobre todo, por la cadena de derrotas electorales frente a Pujol.

La exdiputada de la CUP Anna Gabriel ha interrumpido el silencio de su recogimiento suizo para reclamar autocrítica al independentismo por el interruptus de la DUIinterruptus. ¿Lo han adivinado, verdad? En efecto, Gabriel no hace autocrítica; se-la-hace a ERC JxCat. Previsible.

Catalanismo estrangulado

Lo único cierto es que dos años después del otoño enajenado, ninguno de los tres agentes orgánicos que impulsaron la intentona unilateral ha revisado con conciencia crítica la condición y el resultado de sus actuaciones. Nadie responde de los argumentos amañados, de las falsas promesas, del fiasco del ‘procés’, de la frustración ni de la fractura social. Tampoco rinde cuentas nadie por la estrangulación del catalanismo inclusivo.

Los posconvergentes más realistasposconvergentes (buena parte de ellos ya purgados por Puigdemont) también reclaman autocrítica, no como Gabriel, por supuesto, sino dentro de su propia familia política. Constatan el fracaso del ‘procés’, la consiguiente fisura social y la asfixia del catalanismo. Consideran que la emocional retórica rigorista de Puigdemont impide la autocrítica y deja a la posconvergencia huérfana de un proyecto político útil. Este es el concepto. Útil. Socialmente útil. ¿Qué, de todo esto, ha sido útil para la sociedad?