El adiós a una referente del feminismo político

Dolors Renau, plenitud humana y social

Merece ser recordada por su valioso talante político, especialmente ahora, cuando la democracia y la justicia social parecen juguetes a manos de criaturas con ganas de destruirlas

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Joan Manuel del Pozo

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La visita que, con la compañía de algunas amigas suyas, pude hacer a Dolors hace un par de meses me consuela mínimamente de su ya definitiva ausencia. Consuelo de pensar que pude disfrutar de su plenitud humana hasta casi el final, pero mínimo porque el final es muy duro y ha sido demasiado rápido; nos dijo que ya solo le hacían tratamientos paliativos, lo que resultaba desesperanzador. Pero no lo vivía, porque ni quería ni sabía, desesperadamente.

Dolors ha sido una mujer de valor excepcional, por su dimensión humana básica en primer lugar: mujer comprometida y libre, madre y abuela, y amiga de las que llenan y transmiten una profunda alegría vital en todo momento; pero también por muchas otras dimensiones sociales de su vivir: profesional comprometida de la psicología, política de firmes convicciones socialistas y feministas, administradora responsable y de gran sentido social en diversos cargos y, además, sobre todo en la última etapa, escritora -cuentista, articulista, poeta-. Lejos de todo retoricismo -que ella me blasmaría- debo decir que me honra muchísimo haber merecido su amistad. Surgió, sin habernos conocido antes, en una intensa conversación que tuvimos en el avión cuando íbamos a presentar en el Congreso el acta de nuestra elección como diputados, a medio camino de la ilusión por la victoria socialista del 82 y de la interpelación responsable -casi espanto- por el reto que nos suponía. Desde aquel día, con las naturales intermitencias que lleva la vida, solo su triste muerte ha roto la fluencia de la mutua comprensión y apoyo.

Feminizar la política

Creo que Dolors, de la que sería largo mencionar iniciativas, encargos, acciones, compromisos de todo tipo que asumió siempre con empuje, merece ser recordada por lo que yo llamaría un "valioso talante político"; especialmente valioso en un momento como el que vivimos los últimos años en el mundo, cuando la democracia y la justicia social -que ella y muchos asociamos- parecen juguetes viejos a manos de criaturas con ganas locas de destruirlas. El talante democrático -y justo- de Dolors fue siempre exquisito: escuchaba, hablaba con pausa y sin agresividad de ningún tipo, era capaz de cambiar -y hacer cambiar- de opinión con argumentos sólidos, se comprometía y cumplía, no discriminaba a nadie, distribuía juego cuando tenía responsabilidades, miraba los problemas con luces largas, compartía emociones, transmitía serenidad y ánimo constructivo. ¡Si pudiéramos replicar este talante en Cataluña, España, Europa y al mundo!

Pero, además, era una mujer feminista mucho antes de la difusión actual de la causa, por otra parte tan necesaria. Recibí lecciones magistrales sus sobre el asunto, que me ayudaron en mi camino personal y político. Era sorprendente cómo, en pocas palabras, te abría perspectivas inesperadas en una línea que le gustaba mucho, la del descubrimiento de todo lo que en la vida era político; porque reprochaba a la política tradicional su "especialización" en los juegos -a menudo machistas hasta el mareo- del poder, que lo encerraban en el dinero, las infraestructuras duras, los cargos, el protocolo y poco más. Decía, con su sonrisa dulce y algo traviesa, frases del tipo: "la cocina es política" o "los niños son política", con la voluntad de superar la dicotomía intolerable entre los asuntos importantes -que se suponía que eran 'la política' y los resolvían los hombres- y los asuntos menores -que no tenían nada que ver con la política y los resolvían las mujeres-. Naturalmente, no 'la política politiquera' -que combatió siempre- sino la política en su sentido más genuino y democrático.

Inteligencia, sensibilidad, compromiso social, respeto, amistad, alegría de vivir, activismo feminista, democracia sinceramente vivida. Palabras clave de una vida muy estimable, la vida de Dolors Renau.