IDEAS
No disparen a esa camiseta
Llegó aquella portada de revista al patio y con ella llegaron las dudas. Era una portada de 'Rolling Stone' en la que Kurt Cobain aparecía con una camiseta donde se leía: "Corporate Magazines Still Suck". Primero, buscamos en el diccionario de inglés qué significaba la leyenda: "Las revistas corporativas aún apestan". Y luego buscamos en el diccionario de la RAE qué significaba corporativas.
Solo entonces, y aunque (a los doce años) no entendíamos muy bien qué había de malo en ello, intuíamos que aparecer con esa camiseta en una revista gigantesca como 'Rolling Stone' era algo así como personarse con un mechero en el incendio de un monte vistiendo una de 'Todos contra el fuego'. Muchos años después, la marca Vetements hizo una versión de la camiseta de Cobain, vendiéndola a precio de oro. Y eso ya olía peor.
Es muy común que las marcas de lujo se apropien de símbolos contraculturales o críticos
Es muy común que las marcas de lujo se apropien de símbolos contraculturales o críticos. La misma Vetements, cuyas camisetas suelen costar cientos de euros, acaba de sacar una camiseta donde se lee "No dispares" escrito en árabe, francés e inglés, calcada a la que usaron los periodistas en el conflicto entre Líbano e Israel en 1982.
Hay muchos tipos de apropiación, pero destacaré tres. Cuando multinacionales usan la imagen o logotipos de grupos musicales. Cuando se sirven de lemas asociados a movimientos reivindicativos. Y cuando banalizan la pobreza o la miseria.
Recuerdo cuando superé la grima del primer grupo. Yo llevaba en el 2001 una camiseta con diana de la RAF, símbolo 'mod', comprada en mercadillo y mis primitos me dijeron: "¡Qué chula la camiseta de 'Operación Triunfo'!", porque los concursantes se habían puesto una parecida distribuida por una cadena de tiendas de ropa. Esto, pasada la pasión adolescente melómana, puede despertar nostalgia por la época en la que te reconocías gracias a estos símbolos, pero no es grave: sería algo melodramático poner el grito en el cielo por que un chaval que escucha trap lleve una camiseta de The Who de H&M.
Cuando usan el segundo grupo, y venden camisetas con lemas feministas a más de 500 dólares, como por ejemplo la de Dior con la frase de Chimamanda Ngozi "Todas deberíamos ser feministas", uno desearía un mundo en el que quien la llevara hubiera leído sus novelas, o que comprara una camiseta básica de algodón y la estampara en la tienda de Vicente. Pero pronto entiende que al menos es buena noticia que el mercado se sume a estas cosas, aunque sea de forma hipócrita, porque quiere decir que el discurso ha calado en la sociedad (sucedía esta semana también con las coronas de Burger King con el arcoiris del Orgullo) y que llegará, aunque sea licuado, a todo tipo de público.
Lo que es difícilmente tolerable es la capitalización del tercer grupo: cuando grandes marcas hacen réplicas de bolsas de Ikea, de logotipos de empresas de reparto (pasó con DHL) o cuando replican en clave chic 'looks' de pobreza. Porque uno piensa que pueden acabar fabricando carísimas (y muy "irónicas") mochilas de Glovo o camisetas del colectivo del Top Manta. Y eso lo único que visibilizaría sería la inmoralidad de quien las hace y la estupidez de quien las compra.
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