Mal preparados para el consenso en la UE

Emmanuel Marcon y Angela Merkel durante la cumbre.

Emmanuel Marcon y Angela Merkel durante la cumbre. / periodico

Eliseo Oliveras

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A pesar de la unidad que los Veintisiete logran mantener ante el reto del brexit, el Consejo Europeo del 20 y 21 de junio en Bruselas ha mostrado cuán profundas son las divisiones entre los estados de la Unión Europea (UE). La cumbre también ha evidenciado la poca adaptación de los líderes, los gobiernos y los grupos parlamentarios al nuevo contexto europeo de mayor fragmentación y diversidad política, que exige mayores dotes de empatía, de flexibilidad y de generar consensos integradores.

Un déficit estructural europeo, 62 años después de la firma del Tratado de Roma, es la carencia de una visión común compartida e interiorizada por los gobiernos y los estados de lo que debe ser la UE, que vaya más allá de los intereses nacionales y de las declaraciones genéricas, como la nueva Agenda Estratégica para 2019-2024, que se ha aprobado en esta cumbre, o como el Pilar Europeo de Derechos Sociales, que se aprobó en la de Gotemburgo en 2017.

Esto ha quedado patente no sólo en el fracaso en consensuar los nombramientos para los cargos institucionales clave de la UE, sino también en otras cuestiones importantes de la cumbre, como la lucha contra el cambio climático, el presupuesto especial para la eurozona y la unión bancaria.

El compromiso de alcanzar la neutralidad climática en el 2050 en la UE, saltó de las conclusiones de la cumbre y quedó reducido a una nota a pie de página como un deseo de la mayoría de estados. Los países cuya transición energética resultará más costosas y difícil (Polonia, República Checa, Hungría y Estonia) consideraron que no había suficientes garantías de ayuda económica para amortiguar esos costes.

En el futuro presupuesto para la eurozona, que teóricamente debe servir para amortiguar crisis e impulsar el crecimiento, no hay aún acuerdo sobre su volumen, ni sobre cómo se va a financiar. Para el eventual uso del Mecanismo Europeo de Estabilidad como red financiera de seguridad en caso de crisis bancaria existe un acuerdo de principio voluntario, pero sin la legislación secundaria indispensable para hacerlo operativo.

El reparto de puestos en la UE  requiere en esta ocasión de un pacto político de amplio espectro

Ante la pérdida de la tradicional hegemonía política de populares y socialistas en el Parlamento Europeo y un mayor reequilibrio de fuerzas entre populares, socialistas y liberales dentro del Consejo Europeo, el reparto de puestos clave de la UE requiere en esta ocasión un pacto político de amplio espectro, que incluya también a los Verdes en el Eurocámara.  

La falta de sintonía en el eje franco-alemán ha sido uno de los factores determinantes del fracaso de la cumbre en la renovación de los cargos institucionales de la UE. Tanto la cancillera alemana, Angela Merkel, como el presidente francés, Emmanuel Macron, están condicionados por su debilidad política interna, evidenciada en las recientes elecciones europeas, lo que limitaba su margen de flexibilidad en la cumbre.

Desde el principio, el objetivo prioritario de Merkel en el reparto de cargos de la UE de este año era asegurar la presidencia de la Comisión Europea para un conservador alemán, que evitara cualquier desvío en la política oficial de austeridad. El problema es que su candidato, el bávaro Manfred Weber, ha generado un importante rechazo tanto en el Parlamento Europeo como entre los jefes de Estado y de Gobierno de la UE. La negativa anunciada de los grupos socialista y liberal a respaldar a Weber hizo inviable su nominación, ya que sin ellos resulta imposible la aprobación parlamentaria del presidente de la Comisión Europea.

Un francés para el BCE

Macron se ha opuesto frontalmente a Weber, al que consideraba poco cualificado, y al sistema de candidatos principales (spinzenkandidat) para designar al presidente de la Comisión Europea, porque limita la capacidad de elección de los líderes de la UE. Su objetivo principal parece orientado a colocar a un francés al frente del Banco Central Europeo (BCE) como sucesor de Mario Draghi.

Aunque los tres candidatos oficiales a presidir la Comisión Europea han quedado descartados, queda por ver si los socialistas logran recuperar a su candidato, Frans Timmermans, para el puesto de responsable de la política exterior y de seguridad de la UE, aprovechando que el peso de los socialistas se ha reforzado en el Consejo Europeo. El nuevo candidato a presidir la Comisión Europea deberá pertenecer al Partido Popular Europeo, porque ni Merkel, ni el grupo parlamentario parece que vayan a aceptar otra opción después de ver rechazado a Weber. Si Alemania no consigue la presidencia de la Comisión Europea, existe el riesgo que Merkel presione entonces para colocar al frente del BCE al presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, un halcón monetario que nadie cree que hubiera sido capaz de salvar el euro en el 2012 como hizo Draghi.