Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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De qué hablamos cuando hablamos de abolición

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Antes de que lean este artículo les voy a pedir que me hagan un favor. Primero, tengan en cuenta que en el estado de Nueva York y en Suecia la prostitución es ilegal. ¿Lo tienen claro? Muy bien. Después cojan su móvil y tecleen.  «'Escorts in New York'» y luego «'Escorts in Stockholm'». En Suecia, por si acaso ustedes no lo pillan bien, en muchas páginas de 'escorts' hay una aclaración adicional  que dice «'Sex Tjejer'», algo así como «chavalitas y sexo». ¡Pero no puede ser, Lucía!, me dirán ustedes. ¡En Nueva York y en Suecia la prostitución está prohibida! Y lo está. Esas chicas no son prostitutas.

Sigamos. Natalia Ferrari, según ella, es puta. O eso dice. Reclama la legalización de la prostitución, aunque en España la prostitución no es ilegal, pues si lo fuera ya la habrían detenido por anunciar sus servicios en una web, con tarifas y todo. Pero Natalia no es prostituta. Pero, ¿cómo que no es puta, Lucía?, me dirán ustedes. ¡Si Natalia anuncia sus servicios con tarifa y todo!, ¡que lo acabas de escribir!

Pues déjeme que se lo explique

Yo actualmente tengo un contrato con una productora. Ellos me han pagado un anticipo, yo he firmado un contrato y el 1 de septiembre tengo que entregar un guion. Si no lo entrego, ellos me penalizan. Y si no me pagan, yo les llevo a juicio. Está especificado. Yo no puedo decir: «Es que me cae mal la productora, no nos hemos entendido, y además me he puesto enferma…». Te jodes, no haber firmado un contrato. El otro día se estropeó la instalación eléctrica de mi casa. Llamé al seguro. Me enviaron un operario. Él no puede llegar y decir: «No me apetece arreglarte la instalación, porque no te encuentro mona y no me caes bien». Se arriesga a un despido, porque está contratado.

Sin embargo, Natalia Ferrari deja muy claro en su web que ella puede decir 'no' cuando quiera. No hay contrato entre ella y la persona que quiera gozar de sus favores. Es un acuerdo privado. El mismo que podría tener yo si un lector tiene sexo conmigo y al día siguiente me regala una edición antigua de 'Madame Bovary'. De hecho, mi edición de 'Madame Bovary' es mucho más cara de los 200 euros que Natalia cobra por hora según su web. ¿Quién ha sido más puta según ese criterio, Natalia o yo? A ambas nos han regalado algo tras tener sexo con nosotras, en un acuerdo privado y voluntario. Si Natalia o yo, en el último momento, hubiéramos querido decir 'no' por: tengo la regla / no me apetece / no me gustas / te estás poniendo violento / te veo drogado, lo habríamos hecho. Habríamos dicho 'NO'.

En España, 
prostitutas y
chaperos
pueden tener
seguridad social. 
Basta con que
se acojan 
al régimen
de masajistas

Lo mismo sucede con las 'escorts' de Nueva York y Estocolmo. Usted paga por una hora de su tiempo. Ese es el contrato. Lo demás, acuerdo privado. Por contrato no puede usted obligarle a hacer un anal. Por contrato, nadie les puede obligar a tener sexo si están cansadas o su cliente está drogado o le ven agresivo. Cogen la puerta y se van. Por eso, para proteger esa parcela, se especifica que el sexo no puede ser trabajo, que a nadie le pueden obligar por contrato a tener ocho penetraciones anales en un día.

¡Pero es que una prostituta no tiene seguridad social!, claman algunas voces. Puede tenerla. Prostitutas y chaperos en España se acogen al régimen de masajistas. El Estado no se inmiscuye en la naturaleza de ese masaje. Basta con que especifiquen en sus anuncios que ofrecen masaje erótico. También pueden anunciarse como 'escorts'. Y que se le pague por una hora de acompañamiento. Serían trabajadores autónomos como cualquier otro.

Otro detalle que habrá visto usted en las películas es que en Nueva York si usted busca sexo en la calle hay prostitutas callejeras. Usted para el coche y son ellas las que tienen que acercarse y ofrecerse. La ley especifica claramente que usted no puede acosarlas. Pero si ellas se ofrecen, eso es harina de otro costal. De nuevo, se trata de un acuerdo privado, De la misma manera, habrá visto en las películas que cuando la chica llega le dice «deja el dinero en la mesilla». ¿Por qué? Pues para que quede claro que él no la coacciona ni la fuerza. Es ella la que pide, y es un acuerdo entre dos.

Si la abolición de la prostitución llegara a España muchas chicas podrían «trabajar» (es un decir) como prostitutas. Podrían ser trabajadoras autónomas, como masajistas. Podrían anunciarse, como acompañantes. Pero nunca, nadie, podría obligarles por contrato a hacer nada que no quisieran hacer. Y, por supuesto, nadie podría traficar con ellas.

¿Simple de entender? ¿Verdad?

¿Te animas ahora a acabar con la lacra de la trata y a apoyarnos en la campaña por la abolición?