Dos Miradas

La Cervi

Solo las que han entendido el teatro como una religión tienen derecho a ser conocidas con el artículo delante

Cristina Cervià, en el 2007

Cristina Cervià, en el 2007 / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Me he despedido a distancia de Cristina Cervià. Ella no lo ha sabido o tal vez se lo ha dicho algún amigo común. Mientras duró su enfermedad, larga y dramática, Mientras duró su enfermedad, larga y dramática,persistente, solo fui capaz de decirle palabras de coraje, un mensaje de vez en cuando, un abrazo fortuito en la calle. Y todo aquello, que era una manera de decirle que la quería, no era nada, sino un acercamiento tangencial, al margen, como si no me atreviera a entrar en el pozo de su dolor.

De hecho, no me atrevía. Y ella misma, con la risa estallando, ruidosa, impúdica, parecía como si detuviera cualquier intento de conmiseración. Me he despedido y, en este adiós, han vuelto los días en que empezaba a hacer teatro, en unos Pastorets o en el Talleret de Salt, una de las instituciones míticas del teatro independiente. Y ha venido, como una bocanada, todo lo demás. La persona, la actriz que triunfó con 'Lúcid' (premio de la crítica, en 2007) y con tantas producciones alternativas ('Bondat', 'Tot', por citar algunas), hechas con rigor desde salas como La Planeta. La activista que no dejó nunca de entender la cultura como un servicio: presentaciones, recitales, lecturas, homenajes, elogios de los libros y de las bibliotecas, clases, direcciones escénicas. La Cervi, porque todo el mundo sabe que solo las que han entendido el teatro como una religión tienen derecho a ser conocidas con el artículo delante. Me he despedido de lejos. De su carácter decidido, impetuoso, irreductible.

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