Pequeño observatorio

¿Cómo ayudará el señor Aznar?

Me ha sorprendido la reaparición pública de este político, pero haber probado el poder supone, a menudo, quedar sometido a un tipo de droga del que no es fácil desengancharse

El expresidente José María Aznar, durante su intervención en el foro FAES de València.

El expresidente José María Aznar, durante su intervención en el foro FAES de València. / MIGUEL LORENZO

Josep Maria Espinàs

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Me ha sorprendido la reaparición pública del señor José María Aznar. Francamente, no lo esperaba, pero en el ámbito político se puede esperar todo. La política puede ser volátil, como puede serlo un amor, sobre todo si es juvenil. Pero se tiene que reconocer que el señor Aznar tiene una firme vocación política y le acompaña la satisfacción de poder practicar con placer su oficio, aunque el tiempo vaya pasando.

Bien es verdad que yo no encontraba ningún motivo para esperar la reaparición pública de este personaje político, pero es cierto que haber probado el poder supone, a menudo, quedar sometido a un especial tipo de droga y desengancharse de ella no es fácil.

También tengo que confesar que no añoro aquellos tiempos, no me tortura, más bien tendería a creer que para mucha gente no fue un buen tiempo. Hace unas semanas, pude ver a este político por televisión y me pareció que conservaba una excelente capacidad para ejercer el énfasis. Ha aparecido para bendecir a Pablo Casado como el único político que puede salvar España.

Hay una especie humana muy notable, que es la de los salvadores. Tengo la impresión que hay políticos que tienen vocación redentora, que tienen una versión popularizada en esta sentencia: “No te preocupes, esto lo arreglo yo”.

Más allá del ámbito político, también en nuestra sociedad hay ciudadanos que tienen vocación de ayudar. Personas beneméritas que siempre están al servicio de los demás: “¿Dices que tienes un problema? Ya vengo”. La ayuda es admirable, pero existe un riesgo: que la ayuda sea muy satisfactoria para quien la ofrece pero innecesaria, e incluso molesta, para quien no la necesita.

Hay una expresión popular muy delicada: "¡Déjame tranquilo!" Los buenos ayudadores son aquellos que tienen presente -siempre o en un momento determinado- si la ayuda se convierte en molestia innecesaria.

En la vida hay tres virtudes muy importantes: saber dominar el qué, el cuándo y el cómo.