Al contrataque

La vida está en otra parte

Es posible que Barcelona ya no sea tan cosmopolita como lo fue en su momento, pero no hay duda de que es más multicultural que nunca

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Milena Busquets

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El domingo salí a almorzar con mi familia, como soy incapaz de planificar o de reservar nada, al llegar al restaurante no había sitio, claro, así que nos sentamos en la barra, que estaba situada justo delante de la vidriera que daba a la calle.

Enfrente había tres edificios de viviendas de los años 70, anodinos, utilitarios, más bien feos. El del centro tenía seis pisos y de cuatro de sus balcones colgaban sendas banderas independentistas catalanas.

Por debajo pasaba la normalidad, como siempre. Un domingo de sol. En uno de los bajos había una pastelería y en el otro un Basar Oriental (así estaba escrito en grandes y alambicadas letras encarnadas).

Pasa una familia (dos ancianos, un adulto y una joven), el abuelo lleva bastón y en un primer momento no acepta la ayuda de su mujer, su nieta, una chica espigada con un abrigo rojo, abraza largo rato al que supongo que debe ser su padre, pero no se separan, siguen caminando juntos, unos metros más allá, el hombre mayor cede y acepta el brazo de su esposa, pienso “qué asco que tengamos que morir”.  Pasan dos niños pequeños vestidos con el mismo anorak. Un corpulento vecino en chándal sale a pasear a su diminuto perro blanco y se detiene ante el escaparate del Basar Oriental, lleno de osos de peluche de colores y de toallas de acrílico artísticamente enrolladas. Pasan dos señores morenos y elegantes, uno tiene bigote, llevan trajes de color azul marino y camisas blancas, tal vez sean de Pakistán, de todas las personas que pasean por la calle en este momento son los más estilosos. En la acera hay tres 'containers' gigantes y un montón de motos.

Y la capacidad momentánea, el enorme regalo, de meterse en la piel del otro.

Es posible que Barcelona ya no sea tan cosmopolita como lo fue en su momento (echo de menos la época en que en esta ciudad se podían ver obras de teatro dirigidas por Peter Brook, Ingmar Bergman, Patrice Chéreau o Ariane Mnouchkine; sería estupendo poder volver a compaginar la promoción del teatro local con las visitas de compañías importantes) pero no hay duda de que es más multicultural que nunca.

Salen de la pastelería un padre con su hijo adolescente. Pasa una señora oriental con dos niñas pequeñas con diademas de flores de plástico en el pelo. Un padre cruza veloz delante de la cristalera del restaurante, sus hijos, dos renacuajos, le persiguen. Hay poca gente sola, parece que hoy todo el mundo haya encontrado a su pareja. Pasa un Mini rojo con dos chicos con gorra en su interior. Y cruzan sin mirar dos jóvenes con sudadera, anorak y el mismo corte de pelo.

Nadie presta atención a las banderas, como dijo Milan Kundera, “la vida está en otra parte”.