Opinión | Editorial

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Cerco a la violencia homófoba

Poner coto a la intolerancia y al repunte de las agresiones requiere combatirlas desde múltiples y diferentes frentes

Michell Harry Guerrero limpia la tumba de su tío Anilo Viterbo, asesinado por ser homosexual, en el cementerio de Montgat.

Michell Harry Guerrero limpia la tumba de su tío Anilo Viterbo, asesinado por ser homosexual, en el cementerio de Montgat. / periodico

La reciente y brutal agresión a un joven en el metro de Barcelona vuelve a poner el foco en otro rostro de la violencia de género: la homofobia. Una lacra que, lejos de desaparecer, está viviendo un repunte en los últimos años. Si en el 2015 hubo constancia de 169 delitos homófobos, la cifra aumentó a 230 en el 2016, según datos del Ministerio de Interior. Se calcula que solo se denuncian un 23% de las agresiones a personas LGTBI, por lo que el problema adquiere proporciones mayores. También resulta preocupante la juventud de los agresores, la mayoría de entre 17 y 21 años. Poner cerco a la intolerancia homófoba requiere combatirla desde múltiples y diferentes frentes. Lejos de los postulados de Vox que pretenden reducir la educación sexual a un tema de “moral familiar”, parece imprescindible llevar a las aulas la realidad de la pluralidad en género y orientación sexual. También las fuerzas de seguridad y los juzgados son piezas imprescindibles. Por ello cobra una especial relevancia el primer juicio que se celebrará en Catalunya por un asesinato con el agravante de homofobia. El caso ha tardado 19 años en resolverse y solo la tenacidad de los Mossos lo ha hecho posible.

Anilo Viterbo fue asesinado a cuchillazos en un piso de Montgat en marzo del 2000. El presunto asesino, un colombiano de ideología nazi, fue extraditado el pasado año. El juicio no devolverá la vida a Viterbo, pero lanzará un mensaje inequívoco: la homofobia es un delito execrable y punible.