LA VIDA MODERNA

La agenda

Hace tiempo que tiemblo cada vez que alguien me dice: "¿Quedamos?"

Ciudadanos paseando por el centro de Barcelona

Ciudadanos paseando por el centro de Barcelona / periodico

Núria Iceta

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En las últimas semanas, al menos tres personas me han preguntado honestamente: "¿Por qué tienes tanto trabajo?" Además de las razones más estructurales de la precariedad de la pomposamente llamada industria editorial de este país, que hace que mucha gente del mi alrededor trabajemos un montón de horas haciendo un montón de cosas que en otros entornos seguro que estarían repartidas entre dos o tres personas, la coincidencia me ha hecho pensar. Ya hace tiempo que tiemblo cada vez que alguien me dice: "¿Quedamos?" Porque sé que, de inmediato, me espera el estrés de abrir la agenda y ver la dificultad de que coincidan los huecos con el interlocutor, y ya no digamos si se trata de quedar más de dos personas a la vez. El Doodle parecía que nos iba a solucionar el problema, pero no, el problema era de fondo, no de forma.

Actividad frenética

Sé que no me retiraré nunca a los Pirineos a hacer quesos, que es la metáfora que utiliza una amiga mía para decir que está harta de todo y que quiere dejar la ciudad. Porque es de la ciudad de lo que estamos hablando, ¿verdad? Cuando veo la actividad frenética que llevamos tanta gente, y que se percibe ya en la calle, con movimiento y ruido incesantes pienso:  ¿podemos apretar el botón de pausa un momento? ¿No será que la concentración de habitantes, cerebros creativos, instituciones culturales, lógicas administrativas y servidumbres varias está generando una oferta como respuesta a unas necesidades inexistentes (o desmesuradas)?

No quisiera convertir este tema en un problema de ricos. Solo quiero compartir una cierta preocupación por saber si lo que hacemos sirve de algo, si favorece a la comunidad, si construye pensamiento, porque si no somos capaces de asimilar mucho o nada de los estímulos que recibimos diariamente y compartirlos creo que deberíamos pensarlo. Cuando todo lo que ponemos en el saco de la 'cultura' está agendado, institucionalizado y normalizado (incluso la crítica o la contracultura) ¿qué espacio dejamos para la interiorización, para curiosear, para la conversación, la espontaneidad o la contemplación? Debemos saber seleccionar, priorizar y elegir responsablemente. ¿Y la agenda? Quizá que le demos un poco de descanso, también.