MIRADOR
Paco Camarasa, librero
Si hay algo que Paco Camarasa no perdonaba a una novela negro-criminal es que lo aburriera. Como buen lector, Paco tenía claro que el tedio no iba con él. Creo que lo supo desde que empezó a leer de manera clandestina unas novelas que no se ajustaban al patrón intelectual de los años 60; ese que miraba con desprecio los libros ambientados en los suburbios de grandes ciudades, las historias de detectives apaleados por la suerte, las páginas que casi olían a sangre y a tabaco.
Pero Paco vio mucho más en esas tramas, lo suficiente como para dedicarles su vida (con el permiso y la colaboración entusiasta de Montse Clavé, su compañera). Diría que, con gran clarividencia, intuyó que uniendo su destino al de autores como Vázquez Montalbán, Ellroy, Leon, Winslow, Andreu Martí o González Ledesma, ahuyentaría del todo los peligros del aburrimiento. Quizá no se haría rico, las cosas como son, pero al final de sus días habría atesorado una gran provisión de momentos únicos, la mayoría ocurridos en esa librería pequeña y singular que sobrevivió durante 13 años. Y, lo que es más importante, que en ese camino salpicado de alegrías y algún que otro fracaso, como el de todos los mortales, también iría haciendo amigos interesantes. Lectores ávidos como él, autores canallas, clientes cómplices de ese proyecto cultural que sacó al 'noir' del cajón de la ropa de verano para ponerlo en los estantes de toda la temporada. Porque, señores y señoras, el buen negro combina con todo y Paco estaba convencido de ello. De la misma manera que sabía que un rato de charla al calor de una copa de vino o un café se agradecen en estos tiempos banales donde mandan los 'clicks', los 'likes', y los 'hashtags', más que agradecerse, es imprescindible.
Ese final de la vida le ha llegado este lunes, de madrugada, y nos ha dejado tocados a todos quienes lo conocíamos, porque en el fondo sabemos que Barcelona, sin Paco, ya no será la misma. Y que no habrá otro como él. Y que, muchas veces, cuando necesitemos esa dosis de humanidad, tendremos que conformarnos con ese sucedáneo doloroso que es la nostalgia de los buenos momentos.
Te echaremos de menos, Paco Camarasa, librero.
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