HOY JUEGAS

H. y el agua

Siempre le aviso de que no se asuste al entrar, de que quizá el agua esté un poco fría

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Montse Martínez

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Siempre le aviso de que no se asuste al entrar, de que quizá el agua esté un poco fría. Me olvido de que el líquido amniótico está a una temperatura de más de 30 grados. Desciendo, lentamente, por la escalerilla de la piscina. Escalón a escalón. La maniobra es cada vez más lenta. Un aumento de más de 10 kilogramos de peso a los más de ocho meses y medio de embarazo lo explican. La felicidad puede llegar a pesar. Es más, pesa.

Obviamente, se acabaron los entrenamientos de un kilómetro pero me resisto a abandonar los paseos por el agua que me han acompañado siempre, tanto en los buenos como en los malos momentos. Nadar me ha invitado a pensar. Practicar natación durante el embarazo es no solo posible sino recomendable hasta el último día, siempre que no haya ningún motivo médico que lo desaconseje.

H. se ha hecho notar con su particular comunicación a base de patadas y, en la escalerilla de la piscina, vuelve a hacerse presente para invitarme a decidirme. Entro en el agua y el peso desaparece. Creo que él sonríe.

Cien metros de braza para empezar. La sensación es tremendamente placentera. El cuerpo, ya horizontal, empieza a estirarse. Brazos, hombros, espalda, piernas. Los pies de braza, además, son especialmente indicados para preparar la pelvis para el temido parto. La respiración se acompasa. No volteo, como acostumbro, al llegar a la pared porque creo que puede ser un movimiento demasiado agresivo. Aunque quizá a H. le gustaría la voltereta.

Cien metros de crol. El agua se convierte en una amiga íntima, de las que nunca decepcionan. Más respiración, consciente, profunda, tan necesaria también, dicen, durante el parto. Cien metros de espalda. No sabría decir qué estilo prefiero. Girarse y mimar la espalda, tan perjudicada por el peso, no tiene precio. Los últimos cien metros, una mezcla abandonada a la improvisación. Suficiente. Salir del agua es sinónimo de recuperar el peso. Pero me doy cuenta de que a H. ya le gusta nadar.