Macron tiene un problema
Los nacionalistas corsos, tras su holgada victoria, emplazarán al presidente a que cumpla sus compromisos sobre el nuevo estatuto de Córcega
José A. Sorolla
Periodista
José A. Sorolla
La victoria nacionalista en Córcega por mayoría absoluta, que confirma el tsunami de la primera vuelta del domingo pasado, coloca el dosier corso en las puertas del Elíseo. Aunque la elevada abstención ha favorecido a los nacionalistas por la fidelidad de su electorado, como ya ocurrió en la primera vuelta (obtuvieron entonces 54.211 sufragios sobre un censo de 234.000), el porcentaje cercano al 60% y entre 40 y 42 escaños sobre 63 que otorgaban anoche las estimaciones a la lista nacionalista es un auténtico terremoto político.
A la segunda vuelta solo concurrían la lista nacionalista de Gilles Simeoni y Jean-Guy Talamoni, dos candidaturas de derechas y los representantes de La República en Marcha del presidente Emmanuel Macron. La izquierda de Jean-Luc Mélenchon y el Frente Nacional habían sido eliminados en la primera vuelta, y eso pese al buen resultado de Marine Le Pen en las presidenciales. Quiere eso decir que en Córcega se vota también en clave regional o autonómica cuando se trata, como ahora, de elegir una Asamblea única para toda la isla. La victoria nacionalista es tan abrumadora que uno de los peligros que algunos analistas ya detectan es el de la desaparición de la oposición.
La victoria nacionalista es tan abrumadora que uno de los peligros es la desaparición de la oposición
Simeoni (autonomista) y Talamoni (independentista reprimido) emplazarán inmediatamente a Macron a que cumpla sus promesas sobre el nuevo estatuto corso. El presidente, cuando solo era candidato, admitió en un mitin en la isla, a dos semanas de la primera vuelta de las presidenciales, que si era preciso propondría una reforma constitucional para satisfacer las aspiraciones de Córcega. Y hace un mes, el ministro del Interior, Gérard Collomb, se mostró favorable a la autonomía de Córcega. “pero una autonomía dentro de la República francesa”. No otra cosa piden por ahora los nacionalistas, que se contentarían con un estatuto elaborado en los próximos tres años que incluya la cooficialidad del corso y el francés, un estatuto de residente específico para evitar la colonización urbanística de la isla por los franceses del continente, un trato fiscal diferenciado y una amnistía para los “prisioneros políticos”.
La cooficialidad del corso será uno de los grandes obstáculos si hacemos caso a las palabras pronunciadas por Macron en el mismo mitin de la campaña presidencial. “La República tiene una lengua: el francés. Esto no debe cambiar”, dijo, “pero eso no prohíbe que se enseñen las lenguas que forman parte de la cultura y de la vida de cada uno”. No le será fácil a Macron, si insiste en cumplir sus promesas, reformar la Constitución para aceptar las demandas nacionalistas. El problema corso, agravado por el terrorismo del FLNC hasta su renuncia a la lucha armada en el 2014, se empantanó con dos estatutos fallidos en mandatos socialistas (1991 y 2002), que suscitaron fuertes resistencias. No olvidemos que su oposición a cualquier concesión a Córcega provocó la presentación a las presidenciales del 2002 de Jean-Pierre Chevènement, lo que, a la postre, dividió el voto socialista y significó la eliminación de Lionel Jospin y el pase a la segunda vuelta de Jean-Marie Le Pen.
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