La violencia sexual
Romper el patriarcado aprendido
La lucha contra la estructura de dominación machista continúa y requiere una mirada integral porque el futuro es y será mujer
Xavier Martínez-Celorrio
Profesor de Sociología de la Universitat de Barcelona.
XAVIER MARTÍNEZ-CELORRIO
La violencia contra las mujeres y la feminidad se explica por la fuerza del patriarcado como sistema de dominación cultural. A pesar del enorme avance en la emancipación de las mujeres a lo largo del pasado siglo XX, la dominación patriarcal apenas se ha suavizado y sigue imponiendo su ley de hierro. Nacer mujer, aunque sea bajo el amparo de democracias y niveles de bienestar avanzados, supone estar expuesta a más riesgos sociales, más carga de trabajo y mayor inferioridad de condiciones. Según la OMS, el 35% de las mujeres en el mundo han sufrido alguna forma de violencia o abuso sexual. Entre las mujeres de la ciudad de Barcelona ese dato es del 30% según un reciente informe. Una barbaridad teniendo en cuenta el nivel de progreso, de bienestar y de derechos en nuestra ciudad. Si una mujer de cada tres ha sido víctima, implica que cualquier mujer lo puede ser. Cuando se silencia, se humilla, se pega, se viola o se mata a una mujer, el patriarcado revive y atenta contra todas las mujeres, restituyendo su mandato.
La violencia de género es el final de una cadena acumulativa de subordinaciones que sirve al androcentrismo para lesionar y devaluar la humanidad de las mujeres. Una larga cadena que empieza en las familias tolerando los cachetes del hermano a la hermana y acaba sexualizando a la mujer como un objeto y una propiedad sometida. El entremedio es un enorme paisaje de micromachismos, estereotipos y culpabilidad otorgada que se tienden a normalizar si el feminismo no lo denuncia de forma permanente.
Tiempos regresivos
Vivimos tiempos regresivos de polarización ideológica y de luchas identitarias. Al feminismo emancipador ahora se le acusa de ser 'femi-nazi' desde los sectores más extremistas del machismo. En esos sectores ha irrumpido la cultura de la violación como un juego de machos tal y como hemos visto en el caso de Pamplona. La violación forzada en grupo es un delito que puede caer en manos de jueces como aquel de Oviedo que no apreció violencia en el abuso sexual a una niña de 8 años. El patriarcado anida y se reafirma en buena parte de la judicatura española que legaliza la educación diferenciada de niños y niñas en las escuelas, entre otros muchos ejemplos de sesgo sexista convertido en ley.
Vivimos tiempos de retradicionalización de los roles y estereotipos de género incluso entre los jóvenes. Tiempos regresivos y hostiles donde se reactualiza el patriarcado a base de cosificar a las mujeres, ningunear las políticas de infancia y extender mayor alterofobia hacia las minorías. Esos tres ámbitos son válvulas de escape de un sistema milenario de dominación que responde con virulencia ante la mayor equidad y emancipación que las mujeres han conquistado para ellas y para todos.
Romper el patriarcado implica deconstruir y desaprender esa estructura subyacente de dominación con que muchos hombres no ven ni tratan a las mujeres como seres humanos imprescindibles y decisivos para la vida en común. La lucha continúa y requiere una mirada integral y disruptiva porque el futuro es y será mujer.
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