Análisis
¿Será posible minimizar los daños?
La semana que viene habrá que hacer un análisis coste-beneficio y preguntarnos de qué ha servido todo esto
Astrid Barrio
Profesora de Ciencia Política de la Universitat de València. Miembro del Comité Editorial de EL PERIÓDICO
ASTRID BARRIO
El Govern de la Generalitat ha decido seguir desacatando al Tribunal Constitucional y desobedeciendo al Gobierno central, y pese a las muchas limitaciones operativas --no están todas las urnas ni las papeletas electorales, no se conoce la composición de mesas, oficialmente no hay censo, no existe autoridad electoral y los locales donde deben celebrarse las votaciones van a amanecer custodiados por los Mossos-- sigue manteniendo la convocatoria del referéndum.
Por ello lo que hoy se celebrará no se sabe muy bien qué es, pero no será un referéndum dado que no se cumplen los requisitos ni se dan las mínimas garantías exigibles en un Estado de derecho. Habrá una gran movilización, largas colas de personas papeletas en mano a las puertas de colegios clausurados reclamando votar, resistencia pacífica a los desalojos, imágenes todas ellas que proyectarán el retrato de que el soberanismo catalán es uno de los movimientos con mayor potencial movilizador de Europa. Incluso es posible que en muchos colegios se pueda votar, porque los Mossos ya han advertido de que no impedirán por la fuerza el acceso a los recintos para evitar males mayores, aunque no se puede descartar que se lleguen a producir algunos encontronazos violentos de modo aislado.
Votación sin certificación posible
Y al final del día el recuento será lo de menos. Se da por descontado que, siendo como es la movilización del 'sí', esta opción se alzará con la victoria. A lo sumo será relevante la participación, pero la cifra en ningún caso podrá ser certificada. Habrá quien pretenda utilizar los resultados para seguir con su huida hacia adelante, y no faltarán voces que pretendan que en el pleno del día 4 el Parlament declare la independencia. Pero la independencia no materializará si, como hasta ahora, se mantienen las dinámicas pacíficas. Será momento entonces de empezar a aplicar un análisis coste-beneficio y preguntarnos de qué ha servido todo esto.
De momento, y a la espera de ver los efectos a largo plazo, el balance es muy negativo. No se ha podido hacer un referéndum en condiciones, algo que ya se sabía cuando se emprendió la vía unilateral, y eso ha dividido incluso a los partidarios del referéndum, el famoso 80%. Los líderes que han impulsado la consulta se encuentran o se encontrarán investigados judicialmente, como mínimo por desobediencia. El movimiento soberanista, con los líderes de las asociaciones al frente, ha mostrado su cara más sombría, negando el pluralismo y criminalizando al discrepante. Y la reacción de las instituciones estatales, percibida por muchos como desproporcionada, ha acabado por erosionar su legitimidad y por incrementar la desafección.
A partir de mañana habrá que empezar a trabajar para minimizar los daños. Y ello solo será posible dejando de agitar la calle, volviendo a los cauces institucionales y prescindiendo de los líderes, principalmente de Mariano Rajoy y de Carles Puigdemont, que irresponsablemente y por intereses espurios hasta aquí nos han llevado.
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