La crisis de los refugiados
Salvados y perdidos
La audiencia de millones de personas preocupadas por una tragedia nos debería empujar a la acción
Rafael Vilasanjuan
Periodista
RAFAEL VILASANJUAN
Si el impacto del documental del Astral, con el que el programa Salvados abrió la temporada, se pudiera medir por el debate en las redes, la iniciativa de Jordi Évole, habrá sido la de mayor éxito desde que se inició la crisis de los refugiados. Ni el compromiso de fotógrafos de prestigio como James Nachtwey, flamante premio Princesa de Asturias de Comunicación, o como Javier Bauluz, que se ha dejado la piel y los recursos para acercarnos a esa realidad tan cruel, ni el trabajo de algunos medios por mantener la presión ni las proclamas de ayuntamientos y asociaciones a favor de la acogida de refugiados han recabado tanta atención. Ninguna ha tenido tanto apoyo y eso ya es un síntoma de que algo no va bien.
Sinceramente, el debate sobre si tuvo mas cuota de pantalla un reality musical frente a la realidad más cruda de los que nos están llamando a la puerta, es estéril. La audiencia de millones de personas preocupadas por una tragedia humana que nos supera es un logro que ya nos debería empujar a la acción. Aunque haya otros que miren a otro lado esa no es la cuestión, más bien al contrario, la confrontación acaba dispersando y lanzando un mensaje confuso sobre cómo y en quiénes recae la responsabilidad de buscar soluciones. Si la misión de un documental de denuncia es darle la vuelta a una situación injusta, aprovechemos antes de que cese el ruido y se apaguen los focos de la atención pública para intentar de verdad volver a poner en la agenda esa realidad criminal por la que estamos condenando a millones de personas que huyen del horror. Confundir el debate es como pasearse por la cubierta del barco sin atender a los que están ahí afuera ahogándose. Salvados realizó un ejercicio extraordinario para poner en valor el trabajo obstinado y convencido de un grupo que ha decidido mojarse. ¿Y ahora qué? Cuando al final del reportaje uno de los voluntarios del Astral reconoce que no pueden hacer mucho más que ofrecerles un espacio de dignidad durante algunas horas, antes de conocer una nueva realidad hostil en un continente que les rechaza, recordé el poema en el que Bertold Brecht cuenta la historia de un hombre que bajaba a la puerta de su apartamento en Manhattan durante la noches de invierno para ofrecer una cama a los sintecho. Lo que Salvados permite intuir, el poema de Brecht lo acaba desvelando en sus versos finales: «No abandones el libro ahora/Algunos pocos tienen una cama para dormir/Durante una noche les protege del viento/La nieve que iba a cubrirles cae sobre el asfalto/Pero no cambiará el mundo/No mejorará la relación entre los hombres/No acortará su explotación».
¿Salvados o perdidos? Como el poema, el documental nos dice que la crisis no es humanitaria, es política y en un país como este que mantiene la puerta cerrada, el éxito de quienes han decidido mojarse para salvarles, no debería maquillar el fracaso político que oculta su responsabilidad mientras otros les dan una cama para pasar la noche.
Periodista.
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