La clave
El gallinero y los amos del corral
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
La decisión de la Mesa del Congreso de relegar a los 69 diputados de Podemos a las últimas filas del hemiciclo es una muestra más de torpeza por parte de los tres partidos que sellaron el acuerdo sobre la distribución de asientos (PP, PSOE y Ciudadanos) y un ejemplo de la falta de flexibilidad que se ha instalado en la política española en un momento en el que el diálogo y las transacciones son más necesarias que nunca. Que Pablo Iglesias y sus compañeros de grupo estén más o menos en penumbra para algunas de las cámaras de televisión que ofrecen la señal institucional de las sesiones no es, desde luego, un asunto fundamental. Pero es comprensible el enfado -«la pataleta», como han dicho despectivamente los medios de derechas- de los dirigentes del partido morado al verse desplazados al gallinero. Se trata, simplemente, de una cuestión de dignidad.
Este innecesario maltrato a Podemos sugiere que los llamados partidos de orden tenían ganas de aplicar un correctivo al partido que irrumpió en el Congreso hace dos semanas con una exhibición de gestos que eclipsó a todos los demás. Pero el cachete llega en pleno festival de whatsapps entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, los dos dirigentes cuyas conversaciones, aún tímidas, ponen los pelos de punta al establishment y al Ibex 35, valga la redundancia.
Lo peor de este episodio del gallinero es que ha permitido asomar a quienes se creen los amos del corral y no dejan de mirar por encima del hombro a estos advenedizos de las rastas y las coletas que solo buscan visibilidad para salir en la tele. ¡Que se vayan al rincón de pensar!, claman. E incluso bromean con que la Mesa los ha llevado a las últimas filas para que Carolina Bescansa tenga más intimidad para dar de mamar a su bebé, como ha escrito un columnista de Abc.
Precedente catalán
En Catalunya existe un precedente de mandar a unos diputados a la última fila. Lo hizo hace dos años, con indescriptible éxito de crítica y público, el entonces secretario general del PSC, Pere Navarro, con tres diputados díscolos del PSC que acabaron en un rincón del Parlament. Entonces quedó claro que la intención era humillar. ¿Y ahora?
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