Fin del bipartidismo, llega la democracia parlamentaria

Con cuatro partidos y resultados ajustados, ahora se trata de articular mayorías que permitan gobernar

Joan Tapia

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Cada año el Foment entrega en diciembre -este año la fiesta fue la noche del martes- los premios Carles Ferrer Salat. El gran morbo era la presencia conjunta del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, y de Artur Mas, que hizo un inteligente discurso con discutible conclusión: someter la presidencia de la Generalitat a una asamblea de la CUP no es bajarse los pantalones.  

El ambiente en el Foment era de contenida preocupación. Por la inestabilidad catalana y por las incógnitas de Madrid. Pero no había alarma. Gay de Montellà lo explicitó: la notable mejora económica no debe ser truncada por el populismo, la fragmentación y la incertidumbre. Y Juan Rosell afrontó con serenidad la realidad: en 22 países de los 28 de la UE hay gobiernos de coalición.

¿Qué pasará en Madrid? Esa es, la CUP aparte, la gran cuestión. El CIS certificó de entrada que el 67% de los españoles quería un cambio político y al final el PP ha quedado primero pero sólo con el 28% de los votos y 123 escaños, 63 menos que en el 2011 y a 53 de la mayoría absoluta. Y se ha quedado sin mayoría ya que con Ciudadanos sumaría un máximo de 163 diputados y tendría más votos en contra que a favor. Para ser investido, Mariano Rajoy está tan prisionero de la abstención socialista como Mas de la CUP.

La gran diferencia es que el PSOE no tiene nada que ver con la CUP y que Pedro Sánchez ha asegurado que la repetición de elecciones era el peor y el último escenario posible.  

¿Qué pasará tras la reunión Rajoy-Sanchez de este miércoles? Con el bipartidismo estábamos casi en régimen presidencial: quien ganaba formaba gobierno y siempre quedaba CiU para hacer de bisagra. Ahora, con cuatro partidos y CDC en Sierra Maestra, estrenamos la democracia parlamentaria.

Rajoy le corresponde intentar ser investido. Lo tiene difícil porque los socialistas no van a abstenerse. Y difícilmente podrían hacerlo sin decepcionar a sus electores y dejar la oposición en manos de Podemos.

Segundo escenario tras las dos votaciones fallidas de Rajoy. El Rey tendrá que llamar a Sánchez para estudiar si es posible un gobierno alternativo. Es muy difícil porque, aunque el líder del PSOE lógicamente lo pretenda, necesita el voto de Podemos y Pablo Iglesias está feliz con su papel de tribuno de toda la protesta. En Euskadi le ha robado 5 escaños a Bildu, en Catalunya ha ganado con voto de la CUP e incluso de CDC, y en Madrid es la segunda fuerza. Quiere ser un 'Tsipras español' y cree tener más  'baraka' que el griego.

Sánchez intentará un gobierno de centro-izquierda responsable, con Jordi Sevilla en Economía, que no nos pueda arrastrar a aventuras. Y chocará con que muchas de las cosas que exige Iglesias no son posibles, no pueden ser asumidas por el PSOE y además necesitarían el aval del PP que controla el Senado y tiene la llave de la reforma constitucional.

Si Sánchez no se sale se abre el tercer escenario. A nadie -salvo quizás a Iglesias- le interesan nuevas elecciones y dos meses más de inestabilidad. Entonces habría que llegar a la investidura de un presidente del PP que lograra la abstención del PSOE pactando algún acuerdo de Estado para, entre otros, abrir de entrada la reforma constitucional.

¿Qué político del PP puede ocupar ese papel y gestionar un gobierno de dos años que destense el clima político? No está nada claro. Y antes Sánchez dará la batalla. Es un solitario corredor de fondo. Hace dos años era un desconocido, ganó contra pronóstico las primarias del PSOE en junio del 2014, ha sido enterrado varias veces, los gurús (Rajoy incluído) decían que quedaría tercero…Y ahí está.

Su problema hoy no es Rajoy sino que la crisis ha aumentado el peso de una izquierda que protesta -con muchas y legítimas razones pero sin propuestas válidas en la Europa del 2016- y que prefiere no ensuciarse las manos. ¡Que gobierne la derecha, que nosotros nos mojamos gritando que otro mundo es posible!

Al final todo puede acabar mal, en nuevas elecciones, pero muerto el bipartidismo (y vivos el PP y el PSOE), llega el turno de la democracia parlamentaria. Tiene ventajas…también peligros. El primero: la inestabilidad.